jueves, 23 de noviembre de 2017

De cómo desear morir

Tal y cómo me había prometido, iba a vivir cada segundo cómo si fuese el último. Estaba demasiado débil, "la cosa mala" me estaba dejando echa un asco, pero eso no me impidió hacer mi última terapia. Me la merecía, tenía derecho a pagar todo lo que me estaba pasando con una desconocida.

- Sarah, me puedes explicar qué pasa por tu cabeza, sin miedo a ser juzgada - ahí estaba mi loquera intentando que me abriese a ella.
- No estoy pensando en nada y, no me gusta mendigar pena.
- Porqué siempre sueltas lo de la "pena", te escudas en esa palabra - enfatizó en esa palabra que tanto he odiado este último año.
- Bufff - me aburro - no me gusta dar pena, no quiero que nadie me trate diferente en este "ciclo" - y enfaticé en esa palabra haciendo burla de su frase anterior.
- Sarah, no estoy para juzgarte, lo sabes ¿no?, ya sé que conoces las terapias y tienes la respuesta perfectamente locuaz para todo lo que te pregunto; pero, ¿no te cansa estar siempre a la defensiva?
- No estoy a la defensiva - mis cojones que no - ¿quiéres que te diga la verdad? - venga que mi negra del Bronx está preparada para disparar.
- Por supuesto que sí, sólo estoy para escucharte.
- Estoy echa una puta mierda, mi padre está echo una mierda, mi familia está destrozada. Me agobia pensar que no existe un futuro, en si mañana voy a abrir los ojos o no. Quiero morir sabiendo que me han amado y que yo he correspondido. No sé como afrontar el mañana, es más no sé ni cómo afrontar las próximas dos horas sin pensar en que me voy a morir y que me quedan mil cosas por hacer, ¿continúo? - ante mi agresividad verbal, ella simplemente asintió mientras tomaba notas en aquel absurdo papel - estoy cansada de sonreír y decir que estoy bien, cómo si no pasase nada. No entiendo porqué todo ha salido tan mal, y ya sé que me vas a decir que estoy en la fase de negación, pero estoy hasta los huevos de hablar con gente desconocida de lo que me pasa; de no poder descargar toda mi mierda y que me digan que van a estar ahí hasta mi último aliento. Ya sé que tengo a personas a las que le puedo contar todo, pero no quiero echarles mi mierda. Y también sé como se llama esto, no quiero crear una dependencia emocional. - paré un segundo para coger aire - 
Estoy harta de tener que fingir, de no poder llorar tranquilamente, de ahogarme en mí misma, de tener que mirar hacia otro lado porque no soy capaz de asumir todo lo que me está pasando. 
Cansada, estoy cansada, de decirle a todo el mundo lo que quiere escuchar, que no se sienta mal por mí, que todo pasa; que todo el mundo tiene que continuar su vida.
- Sarah, - me interrumpió - debes expresarte y poder sacar todo esto de tu interior porque te está comiendo por dentro. 
- Y hasta aquí puedo leer. Espero que hayas obtenido suficientes notas para tu próximo estudio sobre personas que no pueden asimilar el cáncer. - y me levanté como alma que lleva el diablo, cerré la puerta detrás de mí, y sentí el mismo alivio que se siente cuando tienes gastroenteritis y vomitas como una cerda. 

Recorrí aquel pasillo cómo una autómata, conocía perfectamente todos los pasillos de aquel hospital. Realmente estaba cansada de decirle a todo el mundo lo bien que estaba y que, como siempre, no pasaba nada. Ese día solo quería "hacerme bola" y que alguien me acurrucase durante horas mientras lloraba todo lo que no había llorado en aquel tiempo.

- ¡Sarah!, ¡Sarah!, ¡quieres parar! - había olvidado por completo que no había ido sola al hospital.
- Perdona, es que no sé dónde tengo la cabeza - hice un reset, me toqué el pelo y volví a sonreír.
- No estás bien, ¿quieres ir a casa? - sabía que en realidad era una afirmación, no una pregunta.
- De verdad, no pasa nada, estoy bien, es la puta loquera que siempre me saca de quicio. 
- Siempre igual, cada vez que vienes te peleas con ella.
- No me vengas con broncas, que es lo que más me hace falta ahora mismo - de nuevo otro reset - perdona, es que no sé que me pasa.
- Sí sabes lo que te pasa, pero como siempre no vas a contar nada a nadie, te lo vas a comer, y en unas horas todo ha pasado. Esto no funciona así, Sarah. 

Bajamos por el ascensor, y no le dirigí la palabra, sé que tenía razón, pero no iba a dársela, tenía mi derecho a pataleta, tenía todos los derechos del mundo. Llegamos al coche sin mediar palabra, Fabio sólo hacía que tocarse el pelo y eso ya sabíamos que significaba; que estaba nervioso, y se estaba reprimiendo.

- Eres la única persona que me pone al borde del abismo - me espetó al cerrar la puerta del coche; respiró profundamente - te tengo que perseguir, ni si quiera cuándo estás enferma eres capaz de - y se calló.
- ¿De qué? ¡vamos! si ya después de descargar con una, puedo con dos - mi negra del Bronx había vuelto y con fuerza.
- De pensar en ti, de pensar en ti, joder - y echó la cabeza hacia atrás; había dejado las llaves en el contacto pero no las había girado.
- Lo siento - y aquel perdón era sincero - sé que estás haciendo lo imposible por no aplastarme la cabeza - y sonreí - no te lo estoy poniendo fácil
- Nunca has sido fácil.
- Estoy cansada de luchar sóla - por fin algo sincero de mi boca.
- No estás sola, sé que no te puedo dar lo que tu quieres, ni tú a mi lo que yo quiero. Pero planteémonos tener lo que tenemos hasta ahora. Yo estoy bien si estoy a tu lado, déjame ser yo quién decida si esto es justo o no. 
- No es justo para ti, y lo sabes.
- Es algo que tengo que decidir, yo y sólo yo. No te estoy pidiendo tener una relación, ni ser novios, ni pareja, ni nada; tan sólo déjame estar y darte todo lo que te pueda. 
- No sé qué decirte - y la verdad es que no tenía ni la más remota idea, me había quedado sin palabras.
- No puedes alejar todo lo bueno que tienes de tu vida, por el simple hecho que tengas miedo a morir mañana.
- No estoy alejando todo lo bueno, tan sólo es que no quiero que nadie pase por esto.
- Soy yo el que quiere estar a tu lado, no te pido tu consentimiento, no lo entiendes.
- No quiero que nadie se preocupe, no quiero que tengas que verme así - y me eché a llorar; otra vez un mar de lágrimas recorría mi cara, cuál niña pequeña.

- Me desabrochó el cinturón con cuidado y me abrazó hasta que dejé de llorar, me quedé dormida. Sólo recuerdo llegar a cuestas hasta la cama. Realmente estaba agotada.

Era media noche, estaba soñando con Él, nada de sueños eroticos no seáis mal pensados. En mi sueño Él estaba abrazandome en plan "cucharita" como tanto me gustaba, y me besaba la cabeza mientras me decía un "te quiero"  de esos vanos que a veces escuchaba. Sentí su calor en mi cuerpo. 

- Sarah, ¿estás bien?, llevas mucho rato moviéndote - Fabio se despertó y se levantó  de su cama, dormía justo a mi lado. 
- Si - susurre - te quiero, no me dejes. 
- Estas ardiendo - me toco la frente - estás delirando. Voy a llamar a una ambulancia. Joder. 
- Déjame ir - realmente quise morir en ese momento, no quería sufrir más. Sentí que mi cuerpo me abandonaba y en mi mente,  estaba feliz. De verdad quise morir. 
De fondo escuchaba como Fabio llamaba a esa jodida ambulancia. Díez minutos más tarde estaba en el hospital, llena de tubos y con dificultades para respirar.