martes, 24 de octubre de 2017

Me perdí en el mismo laberinto que Tú

Me encontraba delante de mi portátil, con una tarjeta de crédito que no era mía, buscando vuelos a Tailandia. ¿Qué cómo he llegado hasta aquí? 

Era sábado, el sábado siguiente después de enterarme que mi padre tenía cáncer. Y estaba haciendo mis maletas, casi cómo una autómata. Había mantenido una conversación muy reveladora con mi padre y mi madre. Por primera vez abrí mi mente y mi corazón, sin ironías, sin sarcasmos, sin muros; y todos vomitamos nuestros sentimientos. Las lágrimas dejaron paso a una promesa que les hice, iba a disfrutar cada segundo. Me lo debía a mi misma.

Iba a recorrer más de mil trescientos kilómetros de ida y lo mismo de vuelta, para disfrutar de la compañía de mis amigos y mi familia; no iba a ser fácil, pero iba a ser un mes en el que tenía que reflexionar y dejar de pensar tanto en la muerte. Iba a dejar de apiadarme de mí, y por una vez en mucho tiempo, iba a vivir. Después de ese mes, en un acto de locura, mi mejor amiga y yo preparamos un segundo viaje en el que íbamos a recorrer la costa de Sicilia. Y a la vuelta, a la vuelta ya veríamos.

Primera parada, Zaragoza; allí me esperaban mis amigos con los brazos abiertos; hacía mucho que no nos veíamos. Coincidieron las fiestas mayores de varios pueblos, cómo es lógico en agosto, y disfruté de todas ellas. Entre risas y momentos incómodos en los que las personas que más te quieren no saben cómo preguntarte por ti y tu padre, olvidé por completo el hospital, los tratamientos y los dolores. Me permití el lujo de disfrutar de unas cervezas después de tanto tiempo, subí en ataracciones de feria y exprimí cada segundo de varios conciertos rodeada de la multitud, saltando y  gritando. Dejé el que dirán fuera de mi cabeza y le di unas vacaciones bien merecidas a mi negra del Bronx. La fatiga y algunas molestias aparecieron, claro que sí, pero no dejé que eso invadiese mi mente, unas buenas terapias de descanso y soffing me mantenían en pie; y por supuesto que algunos días no me pude levantar de la cama; pero esos días se han perdido en algún cajón del olvido de mi cabeza.

Siguiente parada Madrid, me dirigí a ver a mis dos amigas de la infancia Menchu y Ruth (prometí no cambiar sus nombres en este relato). Menchu ya estaba echa una "madraza" con sus dos pequeños Sarah Maria y Marc; y Ruth seguía igual de loca que hace nueve años. Recorrimos Madrid en una semana y nos pateamos todos los museos, salas de jazz y lugares alternativos y estrambóticos dónde salimos con alguna que otra sorpresa, como por ejemplo ver a un chico completamente desnudo; bueno completamente no, llevaba pajarita, algo muy elegante.

Seguí mi viaje hasta Huelva dónde mi familia esperaba ansiosa mi llegada, este viaje fue más sentimental. Durante todos aquellos días, alguien se apiadaba de mi familia recordándome la mala suerte que teníamos, me abrazaban y me daban recuerdos para mi padre que no se había podido desplazar hasta allí. Caminé por aquellos caminos desiertos durante horas, me empapé del sol y bebí agua de las fuentes que por el camino me encontraba. Disfruté de la compañía de mi familia y volví a establecer vínculos con antiguos amigos. A diario visitaba el bar de aquel minúsculo pueblo dónde todos me trataban como "la pequeña"y hacían cómo si me sintiese por fin en casa. 

Regresé un sábado por la tarde a mi casa, casi no me dio tiempo a deshacer la maleta ya que al día siguiente de madrugada salía mi vuelo a Sicilia con mi mejor amiga. Casi perdemos el vuelo, Silvia se había dormido y tuvo que coger un taxi a toda prisa. Llegamos por los pelos, menos mal que habíamos hecho el check-in online sino nos quedamos en tierra, una anécdota más.
Este viaje fue más calmado, disfrutamos del mar, los paseos, los baños en la piscina del hotel y de los deliciosos helados y granizados. Las noches las pasábamos en los launge bar más pintorescos que encontrábamos , tomando cocktels y deleitándonos con conciertos en directo; en alguno de ellos llegamos a bailar rock and roll y swing de los años treinta. Al más estilo guiri, cenamos en un restaurante de lujo con vistas al mar, eso sí, pedimos pizza y pasta; catamos el mejor y el peor vino de la costa norteña de Sicilia, soñando entre copa y copa que nos quedaríamos allí para siempre. Un viaje sin planear que jamás olvidaré, no solo por las maravillosas playas, sino por el tiempo que pasé con Silvia, dónde las risas no cesaron y las ganas de pensar en el futuro volvieron a mi cerebro.

A la vuelta mi cuerpo dijo basta, y tuve que estar en cama más de una semana, pasando por un ingreso de tres días; ya que mis defensas habían bajado a niveles inimaginables. Pero todo había merecido la pena.

Ale se había ido a New York por motivos de trabajo, y se iba a quedar durante tres meses, y nos comunicábamos a diario a través de whatsapp. Alan había pedido una excedencia y se había ido con él; esta vez parecía que le iba a ir bien. Y ¿porque no podía disfrutar de ese tiempo?, al menos lo habían intentado, y ésta vez me alegraba por ellos.Yo no pude intentar nada.
Fabio no se separó de mi ni un segundo, regresó de New York y al enterarse que estaba en el hospital vino directo desde el aeropuerto.

Cuando me dieron el alta tuve que vivir, a regañadientes, en casa de Fabio, mi padre estaba ingresado en el hospital, mi madre estaba con él; y nadie se podía encargar de mí durante veinticuatro horas sin estar en el hospital; así que asumí mi encierro.
Al tercer día de estar casi medio inconsciente, y sin poder levantarme de la cama conseguí mantener una conversación lucida.

- ¿Qué te parece viajar a Tailandia en invierno?
- ¿Que dices que, ... qué? - balbuceé.
- ¿Que qué te parece viajar a Tailandia en invierno?, creo que es una pregunta fácil de contestar - y sonrió. Con aquel simple gesto cualquier chica habría caído rendida a sus pies, pero yo, yo era yo. 
- ¿ A ti se te ha ido por completo la olla? Ni no, ni no, ni no - imité el ruido de una sirena  - estás para encerrarte en el frenopático.
- Te lo estoy diciendo completamente en serio, es tu viaje pendiente, y ¿porqué no?
- Pues, porque no.
- A veces me sorprende lo locuaz que llegas a ser - maldita ironía.
- No es el momento, mi padre, yo, los tratamientos, joder - y empecé a sudar, no paraba de tocarme el pelo, signo de que estaba nerviosa perdida.
- Sabes perfectamente lo que te han dicho, hazlo ahora. 
- Lo sé, lo sé. - y las palabras de mi padre empezaron a sonar en mi cabeza "Sarah, disfruta ahora, mañana, mañana será otro día. Hemos nacido para morir, pero este no es nuestro momento, así que disfruta de todo lo que puedas cada día. Yo voy a hacerlo, si me prometes que tú también lo harás."
- Sarah ... - y su tonó cambió a reprimenda porque creía que estaba pensando nuevamente en que me iba a morir y que no merecía la pena nada. Pero aquel verano, realmente me había cambiado.
- Sí, ¡sí!, ¡que coño, pues claro! - y ahí estaba de nuevo demostrando mi inteligencia y mi capacidad mental.
- ¿En serio? - se quedó perplejo mirándome cómo si estuviese mirando a alguien que estaba padeciendo una posesión demoníaca.
- Sí, en serio, vayámonos. No tengo nada que perder, mañana, mañana será otro día.
- Quiero que sepas, que si te arrepientes en el último momento, no me voy a enfadar.
- Fabio, es en serio, no quiero perder el tiempo, si he aprendido algo durante estos dos meses es que no voy a perder ni un segundo de lo que me resta de vida.
- Se que te va a joder la pregunta pero, - la iba a hacer de todas formas, Fabio era así, primero avisa y luego la puñalada - ¿has hablado con Él? esto no será una especie de "ataque de cuernos", ya me entiendes.
- Si piensas que tienes la más mínima oportunidad conmigo, lo llevas claro. - y me eché a reír - No, no sé nada de Él, seguramente estará calentádole la cama alguna rubia lerda - y por primera vez, aquello no me dolió, no lo imaginé retozando con alguien mientras yo estaba echa un mar de lágrimas, no noté como el corazón se volvía a partir en mil pedazos, no anhelaba poder sentirle. Supongo que mi interior se había curado progresivamente, Él no había estado en todo este proceso, ni en lo bueno, ni en lo malo.  

- Sarah,... - tono de reprimenda de nuevo - ¿no le echas de menos?, dime la verdad.
- Fabio - esta vez iba a ser sincera, no necesitaba mentir - echo de menos su voz, sus caricias, sus pequeño detalles. Ni te imaginas lo que le he querido.
- Hablas en pasado, y eso no me gusta.
- Lo sé, pero es la verdad, por una vez, no duele, claro que le quise; y no sabes cuánto - al menos ya no se me ponía esa cara de gilipollas enamorada a punto de vomitar arcoiris cuando hablaba de Él - nunca he sentido nada parecido, Pero, ya es pasado, todos hemos pasado página; Él, yo... - pausa melodramática - nunca, es que nunca había necesitado a nadie. Adoraba sus caricias, ese pequeño detalle de tener alguna chorrada para mí, cómo bombones en su despensa. Estaba deseando que llegase el viernes para poder pasar tiempo con Él. No sé como explicarlo.
- ¿Y qué más?. - Fabio me miraba embobado,  nunca me había visto sincerarme.
- Pues, ... no sé, su sonrisa, su brillo en los ojos, sus ganas de quererme, aunque nunca lo hizo. Pero hubo un momento en el que caí en que ya no estaba en mi vida, y ... - callé.
- Sarah, vomita.
- No duele, de verdad, tengo muy asumido que Él tiene una vida estupenda sin mi, no pasa nada - seguía siendo sincera, le había dado vacaciones a mi negra del Bronx - claro que me hubiese gustado que Él estuviese aquí y que me cuidase; pero no estaba preparado.
- ¿Alguna vez le dijiste algo de ese viernes? - sabía perfectamente a lo que se refería, habíamos hablado de ello.
- No, nunca.
- ¿Y?
- Y, ahí se quedó, sólo le dije que quería quedarme a dormir con Él; ni si quiera sé porque discutimos. Me quedé con las ganas de decirle que qué le parecía que me trasladase a su casa unos días para probar. Me quedé con las ganas de sentirle por última vez. Me quedé con las ganas de tantas cosas. - callé mil cosas de aquel día - Pero, no pasa nada - cogí su mano - todo está bien.
- ¿ Todo está bien? Llevabas preparando un álbum más de dos meses, con vuestras fotos - menos mal que Ale no lo sabía - habías preparado de nuevo una cena romántica para tu cumpleaños. No me puedes decir que todo está bien.
- Dicen que las cosas pasan por algún motivo, y ... bueno, le quise, necesitaba de Él, pero, Él ya no está, al menos de esa forma, en mi vida.
- Alguien me dijo alguna vez una frase de un escritor:  y quizás nos volveremos a encontrar y las cosas serán diferentes, habremos madurado y ahí en ese entonces exista un nosotros.
Soplapoyas - esa frase se la dije yo hace muchos años - no merece la pena pensar.
- ¿Porqué no le dijiste todo?. ¿Porqué todos sabíamos lo que Él significaba para tí, y Él nunca se enteró?.
- Porque Él no me quiso, al menos de la forma que yo queria, y a veces comprar entradas en la montaña rusa no te asegura poder subirte, siempre puede llover. Hay veces en los que la gente prefiere estar seguro y no subirse. Querer a alguien no implica que ese alguien te quiera, o te haya querido.
Y vamos a dejar el tema, ya lo he superado. Y sé que qué de lo próximo que hablaremos será de ti y de mi; y ese tema lo tenemos muy agotado darling - y me eché a reír, acaba de imitar a Ale a la perfección.
- Cabezota como tú sola eh pajarito. Antes de nada, tendrás que hablar con la doctora. Ya me preocupare yo de hacer las maletas.
- Tú lo que quieres es mirar mi ropa interior eh! Pues te vas a llevar una desilusión. Todas mis bragas son negras, ya sabes por el luto sexual. - Y reímos a carcajadas.  

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