viernes, 28 de abril de 2017

15 minutos

Quince minutos es lo que dura la sesión de radioterapia externa. Los efectos secundarios van desde el cansancio, que es lo más habitual, hasta el posible vómito, tos, dificultad al tragar, irritación de la piel del seno parecido a una quemadura; y lo más importante, posible endurecimiento de las arterias del corazón.
A tener en cuenta que nací con problemas en el corazón, eso me preocupaba bastante, correr más riesgos y tener un posible ataque de corazón, me tenía un poco en vilo.
La oncóloga me miró nuevamente muy seria.
- ¿Tienes alguna pregunta sobre el tratamiento?

Enmudeci, tenía mil millones de preguntas, pero me había quedado en blanco. Por supuesto mi negra del Bronx debía estar parajeando de nuevo en alguna parte de la cara oculta de la Luna.
Tan sólo agache la mirada e hice un gesto de negación con la cabeza.
Volvió a mirarme como mira un médico, cómo si todo aquello fuese normal y no tuviese que preocuparme por nada.
- Si necesitas ayuda, podemos darte cita con el psicólogo.
- No, no, estoy bien - y una mueca similar a una sonrisa temblorosa se apoderó de mí.
- No es necesario que te hagas la fuerte aquí - señaló el cubículo al que ellos llaman "sala" - ¿has hablado ya con alguien de esto?
- Si, sí, todo está bien
- Empiezas la semana que viene. En principio, el tratamiento será de dos meses con una sesión semanal. Es indoloro como te he comentado.
- Estoy bien, de verdad.

Me levanté, suspiré profundamente, y abrí la puerta con sumo cuidado. Giré el pomo a cámara lenta y salí de nuevo a la sala de espera. No pude mirar a nadie a la cara, todos eran enfermos como yo, esperando malas noticias. Estaba en proceso de asimilación. Realmente estaba pasando, tenía cáncer y empezaba el tratamiento en unos días.
¿Cómo debía reaccionar? No iba a llorar, no me lo podía permitir. Salí del hospital en plan zombie, pero como en la película 28 semanas en la que los zombies corren. No quería pasar más tiempo cerca de aquel hospital . Miré el móvil.

Mama:
- Qué te ha dicho el médico?
  Vienes a comer?
  (Emoticonos)

- Nada, mama, visita rutinaria. Todo bien.
  No, hoy no voy
  Nos vemos mañana

Ale:
- Te voy a buscar?
  Sé que me has dicho que hoy no querías ver a nadie. Pero si lo necesitas, cuenta conmigo.
  Darling, siempre voy a estar
  Vente a casa si quieres

- Tranquilo, estoy bien.
  Empiezo la radio el lunes
  Es indolora
  Todo ok (emoticono)

Él:
- Bon dia
  Qué tal ha ido todo?

- Bien
  Empiezo el lunes con la radio
  Ya te contaré
  Estoy bien (emoticono)

Fabio:
- Hola petarda
  Que haces hoy?
  Café y brownie?

- Holaaaaaaaa
  Hoy no, tengo cosas que hacer
  Hablamos

Diez mensajes chorras de grupo que no merecían prestar la más mínima atención. Me dirigí al metro como un autómata. Cogí el móvil, enchufé los cascos y le di al play. No quería pensar, pero casualidades de la vida ahí estaba HIM con su Join Me In Death. Ridícula casualidad, al escuchar la parte de la canción en la que dice: Won't you die, se revolvieron mis tripas. ¿en serio no iba a morir?
Es sólo un tratamiento, no te ralles. Mi negra del Bronx había vuelto, pero no era consuelo, la ironía y el sarcasmo no me iba ayudar en ese momento. Tan sólo quería encogerme, meterme en un agujero y gritar. Y gritar ¡¿por qué yo?!

Tragué saliva, respiré, respiré tan hondo como pude y expiré, como si con mi aliento se fuesen todos mis dolores de cabeza. Pero no era así, estaba a punto de explotar y empezar a llorar. Tragué saliva, y mi boca empezó a temblar, sin hacer caso a mis órdenes. Por un momento sentí que volvía a olvidar cómo respirar. Después de todo lo que había pasado en mi vida, esto no me podía hundir. No podía consentirlo. Pero ahí estaban mis lágrimas recorriendo mi cara a su libre albedrío, saqué un pañuelo del bolsillo; esta vez mi mente había recordado que tenía uno a mano, y me sequé la cara cómo pude. No quería que nadie me viese así; no quería la lástima ni la pena de nadie; ya me bastaba yo sola. Me coloqué las gafas de sol, y me dirigí a la playa; no sabía cómo había llegado hasta allí pero mi inconsciente me había dirigido allí.
Me senté en la arena a pocos metros de la orilla, me descalcé, dejé las deportivas a un lado. me quité los calcetines como pude y los coloqué dentro de las deportivas. Me levanté, me arremangué los pantalones hasta la rodilla y caminé hacia el mar. Sentí el agua helada en mis pies, y un escalofrío recorrió todo mi ser, apreté los puños de rabia. Estaba enfadada con el universo, no entendía porqué tenía que pasar por todo ese proceso. Miré al cielo, cosa que no me consolaba, era atea, si me moría sabía que no iba a pasar nada, no iba a ir a ningún lado. Sentía que se me estaba escapando el tiempo entre los dedos.
Me alejé del agua, y me tumbé en la arena, sentí que se estaban acabando mis días. ¿estaba siendo una cobarde? Y entonces, la fuente empezó a brotar, empecé a llorar cómo si no hubiese un mañana. Imploré al universo, internamente, un poco más de tiempo, quería existir, deseaba seguir teniendo sueños de futuro; pero ahora mismo lo más cerca de planes de futuro era pensar que me encontraba en una misión suicida. batallar contra la muerte. Estaba agotada mentalmente, no era justo, La vida debería premiarme, no joderme cada día más. Necesitaba un abrazo, un: tranquila todo va a salir bien; pero allí estaba yo, sola y quemando esos segundos valiosos. Estaba completamente segura que no iba a pedir ayuda y que iba a acabar pasando por todo aquello sola.
Dejé la mente en blanco, y me dejé envolver por la arena, había pasado más de media hora cuándo empecé a notar que otras gotas frías estaban mojando mi cuerpo, había empezado a llover. Estaba empapada, necesitaba que ese agua limpiase todo lo malo que sentía en ese momento, así que no hice ni el intento de levantarme. Cuando el frío se apoderó de mi cuerpo, mi cerebro reaccionó y dirigió mis pasos hacia casa. Miré de nuevo al mar, tiritando, clavé mis pupilas en el horizonte, la pena se tenía que ahogar en esa playa, volví a respirar profundo y volví a mi ser. 
Llegué a casa chorreando, fui al lavabo, encendí la ducha, me desnudé, dejé la ropa mojada tirada en el suelo. Estaba asqueada, cansada, abatida, derrotada, dejé de nuevo que el agua me recorriese.
Cogí la toalla y rodeé mi cuerpo con ella, agarré el móvil, no quise mirar ningún mensaje. 

Le echaba de menos, necesitaba su boca susurrándome al oído, necesitaba un abrazo de los que curan, quería quedarme en posición fetal apoyando mi cabeza en sus rodillas mientras acariciaba mi pelo y desahogarme. Pero no iba a pedirle ayuda, no iba a rogarle que me cuidase, no iba a suplicarle que me quisiese, no quería mendigar su afecto. Deseaba poder sincerarme y decirle que si tenía que morir, quería morir a su lado, que estaba cagada de miedo, que no entendía nada y que mis alas se habían roto y que dependía de las suyas para volar; que quería vivir, que esta lucha estando sola iba a destrozarme, que había dejado de ser la dueña de mi destino y dependía de que unas sesiones de radio saliesen bien. Pero no iba a hacerlo.
Nunca he sabido pedir ayuda, en eso nos parecíamos demasiado. En cuánto precisaba de Él, lo alejaba de mí. 
Saber que me creaba una dependencia me daba pánico, jamás había notado esa sensación y me asustaba.  
Directamente abrí su chat y decidí escribirle con las pocas fuerzas que me quedaban, los demonios del miedo se habían apoderado de mí.
- Creo que no es justo que pases por esto
  Lo siento 

domingo, 23 de abril de 2017

Camino, camino, y no levanto el vuelo

Miré el movil nuevamente, pero no sabía por dónde empezar. si contestarle a Él o empezar de cero. Levantarme del suelo,  vivir y soñar y olvidar todo lo que tenía detrás. Pues por un momento pensé en mí y pensé en vencer a la gilipollez de sentir hormigas carnivoras en la boca del estomago y vomitar arco irirs.
- Ir a Nueva York petardo?
  Esto se lo debías enviar a otra y te has equivocado, jejeJe

- Sarah
  Sabes de sobras que no me he equivocado, quiero que vengas a conmigo
  No va a pasar nada, vas a estar mi lado
  He olvidado respirar

Sabía lo que significaba, Fabio me había visto en mis peores momentos y de verdad, existió un día en el que olvidé respirar, me cosí los labios, y decidí borrar todo aquello hace mucho tiempo; pero por un momento, sentí como un beso de los suyos, de los que no buscan sexo, de los que no buscan nada reciproco recorría mi cuerpo.

- Cómo cuándo das un beso bajo el agua
  no?
  Va anda gili
  Que no te dejo atrás.
  Que sigo aquí
  Que no la voy a palmar

Mierda, haciendo estas bromas a diario con Ale me sentia segura, pero con Fabio no, sabía que hasta el dolor de molestar, lo sentía. Me había dejado de hablar por tantos momentos, ... por eso, por no molestar. No quería que la pena ahogara a nadie. Sí, me tenía que morir, como todos. Antes o más tarde, el tiempo no se detiene para nadie. Pero Fabio, de alguna manera, no lo merecia.

- Esto no tiene gracia, anormal
  Ya hablaremos
  Haz caso a los putos mensajes
  Sabes que no hay cadenas
  Pajarito

Bufff, leer "pajarito" de sus labios, o de sus letras como se quiera llamar; era lo peor que me podía pasar, sabía que tenía que respirar profundo y por un momento, salir de mi cascarón . ¿Dejar que se enterase  el mundo que tenía sentimientos?  Y un huevo Mi negra del Bronx no me iba a dejar caer. Ni de broma. estaba callada cuamdo le salía de las pelotas, pero hoy no.

Fabio:
- Una sola palabra me basta
  Vente

Seguí pensano en ello, ¿y si empezaba de cero? ¿Y si Fabio era mi mejor opcion?  ¿Hola? Si no os soportais ni cinco segundos. Mejor estar sola.
Me conformaré con no verle, con saber que aunque no quiera, es parte de mi vida, pero Fabio siempre cuidaba de mí. Aunque fuese una anormal y no pensase, aunque la negra del Bronx estuviese apagada. Siempre pensaba en mí, en lo mejor para mí, sé que él me quería, a su manera. Pero yo era así. Gilipollas, tal cual.

- Que dices ahora de irme a New York ni que fuese tu putilla
  jajajajaja

- Imbécil, vente, de verdad, te necesito
  Sarah te lo he dicho muchas veces
  Ya sé que estás con Él
  Pero vente conmigo
  No va a pasar nada
  Ya sabes que hay otra habitación
  Pero vente
  Déjalo todo.

Por una vez sentí que no sabía que decidir, lo malo, lo bueno, lo malo y lo bueno. Decidí escribirle a Él.
- Si me fuese a New York un mes
  Que pasaría?

Respuesta a los 5 segundos

- Cómo?
  Qué me estás contando

Intenté ser buena persona y vencer a todos mis sentimientos encontrados.

- Pues he intentado cambiar de vida y todo lo que viene ahora
  si me fuese ahora
  que pasaría?

¿Tú que esperarías? Pues que dijese que no, que lo habíamos arreglado hace dos días y que no podía vivir sin mi. Lógicamente eso no iba a pasar, no me iba a necesitar, no iba a decirme: quédate.

Él:
- Pues haz lo que quieras

Mis dudas empezaban a crecer, no sabía si realmente me quería, si le tenía un poco más, si esos minutos que pasamos juntos eran reales. Si la conversación que tuvimos había ido más allá, si aquel beso fue real.

- Por favor dime algo
  No sé que hacer
  De verdad

Es gilipollas, tánto cuesta decir, TE QUIERO, quédate aquí y que necesito hasta los suspiros cuándo duermes. 
Pero por supuesto no iba a volver a buscarme.

- Haz lo que quieras
  No me pidas que diga que quiero que te quedes

Pues por supuesto, no iba a poner de su parte. Pídemelo, pídeme la luna, el mar, el olor a buenos días y te lo doy. Pero no, todas las dudas que necesitaba aclarar, ahí seguían. Y como siempre, ahí estaba yo, sóla. Preferiendo que el mundo se acabase.

- Vale
  No te voy a pedir nada
  No te pido que me pidas nada
  Pero necesito que me digas algo

- Haz lo que quieras.

Y me quedé blanca, sin pensar, se acabó todo, ¿de verdad querí avolver a empezar? ¿Quería irme a NY?  ¿De quién necesitaba los besos?
¿Tan difícil era amarme?, ¿decirme que necesitaba que me quedase?. Sentí que me había vuelto a equivocar. Nunca me viniste a buscar realmente. Esperaste a que yo te pidiese y te suplicase tu amor.
Esa era lo que debía haber hecho. Vivir. Irme a NY. Pero no, me sentí mal. Sentí que mi vida estaba su lado. ¿A mi lado?, nunca estaba a mi lado.

Pero eso es lo que iba a vivir de aqui en adelante.

viernes, 14 de abril de 2017

New York, la ciudad que nunca duerme

Volví a desbloquear el móvil, busqué en mis notas y ahí estaba una de las últimas notas que le había escrito, y que nunca envié. Las guardaba para recordarme a mí misma porque no debía volver a caer. 

Quisiera decirte tantas cosas, y no me sale ninguna. Espero que estés bien, imagino que lo estás. Te quiero odiar y no puedo, supongo que es cuestión de tiempo, creo que estarás bien, que te importa todo un "carajo" y que ya te has buscado sustituta jeje, la otra de la que tantas bromas hacíamos. Pero encontrarás a alguien porque te mereces ser feliz. No puedo imaginarte con nadie, porque no lo soporto. Te he querido, es más te quiero como no he querido a nadie, y no ha servido de nada. No te culpo de nada, ni mucho menos; nunca me has querido y eso es lo que me hace seguir adelante, saber que no me quieres y que de tus labios escuché pocas veces un te quiero, y por compromiso.
Que por una vez en mi vida me equivoqué, bajé muros, dejé que alguien entrara para nada, me has enseñado que no merece la pena luchar, porque nadie ni nada merece la pena.
Me pedias que estuviese a tu lado, y tu nunca estuviste al mío. Tenía tantos planes... oirte decir "mejor lo dejamos" creo que ha sido lo mejor y lo peor de mi vida.
Lo mejor porque me he dado cuenta que nadie merece que abra mi corazón, que estaba mejor antes de ese roce de manos y ese primer beso, hace tanto tiempo; lo peor ha sido pasar por esto; porque es como si nunca hubiese existido, como si este tiempo, no mereciese la pena.
Mi abuela decía que siempre deberíamos arrepentirnos de lo que no hemos hecho, no de lo que hemos hecho. Hoy me arrepiento de haberte conocido, nada me ha hecho tanto daño, ni si quiera saber que tengo cáncer porque lo he arrinconado en una de mis carpetas olvidadas en mi cerebro.
He soñado tantas veces con el hecho que me dijeses ... este es tu hueco en mi vida, tu armario, quiero una vida juntos... Sólo pedía eso, que me dejases entrar en tu vida. Espero que alguien lo consiga.
Pides que alguien esté en tu vida pero como tú quieres, esto no funciona así.

Sentí que me faltaba el aire, que casi me ahogaba, ¿iba a llorar otra vez?. Sacudí mi cabeza, volví al lavabo y lavé mi cara con agua fría, casi congelada, como si ese agua purificase todo lo malo que estaba sintiendo en ese momento. Encendí la música del móvil y puse un random de Iron Maiden; sonó The Trooper, dejé de pensar y empecé a maquillarme. Dos quilos de corrector para tapar mis ojeras negras, un poco de base para tapar mis pecas, colorete, máscara de pestañas, colorete y un labial borgoña. Me miré al espejo otra vez, esta vez con detenimiento, como si quisiera parar el tiempo. Espabila o llegarás tarde Looser.  ahí estaba mi negra del Bronx que tanto había echado de menos estos días.
Salí corriendo cómo todos los días, con prisas, siempre voy con el tiempo pegado en el culo. Cogí el metro y me dirigí al trabajo. El móvil vibró un par de veces, pero decidí ignorarlo por completo, estaba cantando interiormente Can I Play With Madness, y no me apetecía pensar demasiado, ni leer ningún mensaje, ni notificaciones de aplicaciones absurdas.

Llegué al trabajo, corriendo, como no, mientras Fear of the Dark me daba ritmillo para llegar a tiempo. Pasaron las horas y a la hora del desayuno por fin miré el móvil, más que nada porque tenía veinte whatsapps, y algunos de ellos eran de mi madre; que desde que sabía usar el móvil cada día tenía la necesidad de recibir noticias mías.

Mama móvil:
- Hola princesa cómo estás hoy?
  (Emoticonos)
  Yo ahora me voy a trabajar, cuándo puedas me dices cómo estás y si vas a venir a comer, y a que 
  hora llegarás. 
- Hola mama, estoy bien, llegaré a las cuatro (emoticonos)

Él:
- Buenos días
  Cómo estás
- Buenos días, bien, mucho curro.

Estaba deseando que me dijese aquel buenos días, porque era cómo empezar de nuevo, cómo si al escribirme buenos días, se acordase de mí. Ese buenos días, era algo más que dos palabras. Por lo menos para mí, era algo más; pero en mi cabeza no dejaba de rondarme todas las palabras de aquella nota que me auto escribí, ya que nunca fui lo suficientemente estúpida como para enviárselo en forma de mensaje; si lo hubiese hecho, me hubiese sentido vulnerable y estúpida. 

Fabio:
- Sarah
  No empieces, sé que lo has leído, contesta
  No te quiero agobiar y lo sabes
  Sólo quiero verte y charlar
  Ya te he dicho que no voy a tocar el tema.
- Estoy trabajando, luego hablamos.

Ale:
- Quedamos cuándo salgas?
- Sí, así me haces el favor y me llevas a casa de mi madre
  Te quedas a comer con nosotras?
- Sí, te espero cuando salgas

Mensajes de grupos chorras, y alguna notificación más de apps que no suelo utilizar. Volví a mirar el whatsapp. Él, última conexión hace menos de quince minutos. ¿Debería escribirle? ¿He hecho mal en volver a empezar? ¿Qué tiene preparado la oncóloga para este lunes? 
Respiré hondo, y volví a caminar hacia el trabajo, tras tomarme el cuarto café y fumarme el décimo cigarro del día. 
La jornada pasó, y no cogí el móvil en ningún momento, me quemaba en las manos. Esperé a la hora de la salida con ansia. Y allí estaba el coche azul pitufo, esperándome en la entrada del trabajo.

- Hola Ale!
- Sube al coche, anda, tienes muchas cosas que contarme - eso significaba que de camino a casa de mi madre, unos veinte minutos, me iba a hacer un interrogatorio, que ni la KGB en su época de esplendor.

Fabio
- Vente a New York conmigo
  Me voy en unos días
  Te necesito

domingo, 9 de abril de 2017

Yo no mataré monstruos por tí

- Pero hay cosas que tienen que cambiar, y lo entiendo. Tenemos que poner de nuestra parte para poder empezar otra vez.

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero con él..., con él era diferente, si fuésemos una película, seríamos Viernes 13, con 10 partes por lo menos. 

- Deberíamos empezar de cero, no guardarnos cosas y hablar de nosotros de vez en cuando, ya me entiendes - rozó mi mano un segundo y mi mundo se desmoronó.

Por supuesto que le entendía, cada vez que escuchaba la frase: vamos a hablar de nosotros, mi cuerpo temblaba, sabía que algo iba a ir mal y acabaría dejándome como siempre, se liaría con sus propios pensamientos, acabaría diciendo alguna de sus tonterías y acabaría con la gran frase; Sarah, mejor lo dejamos. Esa era su vamos a hablar de nosotros.
Pero claro yo estaba en ese momento en el que flotas y vomitas arco iris de felicidad. Así que mi neurona no iba a reaccionar ni mucho menos, y mi negra del Bronx estaba en Cuenca pajareando.

- Sí deberíamos empezar de cero y bueno, intentar hacer las cosas bien ¿no crees? - y le miré con esa cara de perro abandonado que sólo me sale en los momentos en los que de verdad necesito que diga algo ingenioso y que me llegue al corazón.
- Claro que sí, y te voy a apoyar en todo este proceso, no me gusta que estés sola. Siempre haces lo mismo, te lo guardas todo y no te preocupas por ti.
- Lo sé.
- ¿Se lo has contado a alguien?
- Pues, ..., la verdad es que, ... sólo lo sabe Ale. Ahora mismo no sabría como contárselo a mi familia, ya sabes por todo lo que han pasado, y no creo que sea el mejor momento para explicarles todo esto. Creo que los hundiría. 
- Pero, no puedes estar sola en esto.
- No estoy sola, tengo a Ale, ya sé que es un poco drama queen y un poco veleta, pero es la única persona que ha estado ahí siempre.

Y era verdad, Ale ha estado en todos los momentos de mi vida, en los mejores, en los peores, en las fiestas, en los llantos. No podía decir lo mismo de él, pero ya sabéis como funciona esto, una es imbécil profunda y siempre cae en la trampa.

- No te preocupes yo estaré ahí, para lo que necesites.
- Gracias - sonreí, de verdad sonreí, porque a su lado me sentía protegida, con ganas de vivir y seguir adelante. 

Se acercó a mí, lentamente, cómo pidiendo permiso y me besó. Me estremecí, sentirme amada, deseada y comprendida de nuevo. Ese cúmulo de sensaciones que sentía cada vez que estaba a su lado, invadía de nuevo mi ser. Ese beso era el principio de algo, no sé si alguna vez habéis sentido algo parecido, pero es cómo si el mundo se detuviese, dejase de girar y de repente, apareciese Él delante de la nada corriendo hacia a ti; como en esas pelis románticas donde el protagonista corre hacia ella, y ella le espera con los brazos abiertos. Debe ser la mejor sensación del mundo, yo no lo había sentido, pero debe ser lo mejor que has sentido. Al ser imbécil mi mejor sensación era sentirle cerca, y de alguna manera era mío por un instante.

Le volví a besar, necesitaba su aliento, sus manos en mi piel, sus caricias, sus ganas de vivir, todo, lo necesitaba todo de él. Lo agarré del cuello, como si no hubiese mañana, cómo si al alejarme se separase todo lo que sentía cuándo estaba cerca de mí.

- Lo siento, pero no puedo evitarlo - conseguí decir entre beso y beso, casi sin aliento. Mi cabeza ya no regía,

- No pasa nada - con esa frase sentí que empezábamos de cero, tal y cómo había dicho.

Seguimos hablando de banalidades, como siempre, y nos despedimos en la entrada del metro con un beso, largo tierno, de esos que te das cuándo tienes catorce años en la puerta del instituto.
Mientras bajaba las escaleras sentí que mi mundo volvía a girar y que las mariposas revoloteaban a mi alrededor. Sentía que esta vez, si iba a ser diferente, le vi muy seguro de si mismo, con ganas de ayudarme y estar a mi lado en este arduo proceso. Cuan idiota podía llegar a ser.

Entré en el metro y revisé mi teléfono, veinte whatsapps, 2 llamadas perdidas, notificaciones de varias aplicaciones. Abrí el whatsapp.
Ale:
- En cuánto vuelvas a casa me llamas
- Como va todo?
- En cuánto puedas escribeme y me cuentas

Era peor que mi madre, todo el día encima de mí, pensé que sería mejor contestarle en un rato

Fabio:
- Hola que tal?
- Que haces hoy? Te apetece café y croissant de chocolate?
- Besos

Decidí que era mejor contestar a Fabio primero.
- Holaaaaa!!!!!
  Pues hoy no me va muy bien, quedamos mañana.
Respuesta inmediata.
- Hola que tal estas?
- Bien, la verdad es que bien. y tu?
- Que has hecho hoy?
A ver como le explico que he quedado con Él y hemos vuelto. No creo que le siente muy bien.
- Pues nada, a parte de currar, jeje he quedado.
- Con Él no?
Vaya, creo que no me tendré que esforzar en decírselo de buenas maneras.
- Sí
- Vale, ya hablamos mañana.

Sabía lo que significaba esa frase, me iba a caer una bronca de las que ya mi madre no se encarga. Íbamos a discutir y acabaríamos odiándonos durante un par de días. Demasiado previsible entre nosotros.

Así que intentando evitar mi cabreo y seguir escribiendo a Fabio, que hace que salga lo peor de mí; decidí contestar a Ale.
- Hola!!!
- Que tal ha ido?
   Ya has vuelto a caer no?
- En serio?
- Eso es un sí.
  Se lo has dicho?
- Sí se lo he dicho, y?
- Ya sabes lo que pienso.
- Bufff, Ale no empieces.
- Vente a casa y hablamos.
- Hoy no,
- Vaaaa, Sarah!!!!
- No de verdad, necesito descansar y pensar.
  Quedamos mañana a la salida del curro
  Ok?
- Vaaaaale, pero ya sabes que si necesitas hablar
  Aquí estaré

Y así me fui a casa, entre bronca y bronca, estaba agotada con un cúmulo de sentimientos encontrados. ¿Había hecho bien?. Por supuesto que no, te has bajado los pantalones otra vez, mi negra del Bronx había vuelto. En parte la echaba de menos.
Llegué a casa y descansé unas horas, delante del ordenador, repasando correos, y de nuevo el móvil.
- Buenas noches.

Eso era lo que necesitaba para irme a dormir, un último mensaje, necesitaba sus buenos días, y sus buenas noches como respirar. Después de haber estado más de dos semanas sin comunicarnos, ese mensaje me daba esperanzas, ganas de empezar y luchar contra el bicho que llevaba dentro.
Me metí en la cama exhausta y con ganas de un nuevo mañana.

Después de cinco horas y media de sueño, sonó el despertador. Abrí los ojos y miré el movil, cómo hacía cada mañana.

Fabio:
- Tenemos que hablar.
  Espero no haberte despertado.
  Cuándo puedas, tenemos que quedar
  Prometo no hablar del tema.
  Pero necesito verte y hablar

Bloqueé el móvil, y fui directa al lavabo a lavarme la cara. Me senté en el sofá y encendí un cigarro. Tenía que pensar. 

domingo, 2 de abril de 2017

Venderte mil baratas quimeras

Era viernes y eran las 18:25 de la tarde, había llegado pronto, como siempre. Me encontraba nerviosa, titubeante, como una quinceañera esperando el concierto de esos grupos de cinco componentes por los cuales chillan, lloran y se pintan las caras con sus nombres.
No sabía a qué me tenía que exponer, otra vez el pánico y ese gusanillo que hace que tus tripas brinquen como si estuvieses montada en una atracción de feria.
Y allí estaba yo, esperando en mitad de una multitud, se me distinguía fácilmente, bajita, morena, pantalones rotos, una sudadera de los Sex Pistols, y unas Converse que siempre me acompañaban. Cualquier hipster me hubiese robado el look.

Lo vi llegar, con su aire de seguridad, esa media sonrisa que tanto añoraba, y esos ojos claros en los que me perdía tan fácilmente. Si se tratase de una película, de esas americanas, mientras se acercaba a mi, hubiese sonado You Sexy Thing de Hot Chocolate. Pero como esto es la vida real, en mi cabeza sonaba la música de la escena final de Muerte en Venecia. Tenerle tan cerca hacía que me temblasen hasta las pestañas. Sigo sin saber cómo ejercía ese efecto en mi, me sentía desnuda, desprotegida y expuesta.
- Hola.
- Hola.
Me acerqué y nos dimos dos besos fríos, como los que se dan dos extraños cuando se acaban de conocer. Otra vez esa sensación de repulsión se ahondaba en mí.
-  ¿Quieres ir a tomar algo?
Asentí sin mediar palabra. Sonrió de medio lado y se mordió el labio. Y ahí estaba yo, cayendo de nuevo en su red. Ni la abeja Maya caía tantas veces en la telaraña de Tecla ( sí, así se llamaba la araña de la serie)
Caminamos unos minutos, a mi se me hicieron eternos, tenía tantas cosas en mi cabeza, tantas cosas que decir
- ¿Aquí te parece bien?
Señaló a nuestro lugar favorito, una tetería marroquí, sin grandes lujos, un poco escondida y con un cartel un poco cutre, pero con la mejor tarta de zanahoria de toda Barcelona.
Me daba pánico entrar allí, nuestras rupturas, malos entendidos y discusiones se escondían en aquella última mesa de la esquina.
Nos sentamos, pidió lo de siempre y nos quedamos en silencio. Él, midiendo sus palabras y yo, cagada de miedo y sin saber qué decir.
- Me sorprendió tu mensaje.
- Ah, pues, ... No sé
Tan locuaz como siempre Sarah, a veces odiaba a mi cerebro.
- No sabía muy bien qué querías, y tampoco sabía que contestar.
- Ya, por eso tardaste dos días en contestar ¿no?
Por fin, gracias ironía por despertar.
- Sarah, por favor, después de tanto tiempo sin hablarnos. El otro día cuando quedamos, la verdad, esperaba otra cosa.
- ¿Otra cosa? Pues no sé, quizás yo también esperaba que en vez de pensar en tu moto, me preguntases al menos cómo estaba. Y creía que te alegrarías por mí.
Estaba indignada, ¿en serio era tan imbécil? Respuesta: SI
- Eres tan, tan ... Joder es que, no se te puede decir nada, siempre estás a la defensiva.
- ¿Soy tan qué?, ¿a la defensiva yo?
Y tenía toda la razón, siempre llevo mi escudo, mi espada, y mi capa por si acaso. Pero no le iba a dar la razón. Eso jamás.
- Sabes que tengo razón, rompes mis esquemas. Cuando digo que esperaba otra cosa, es que no esperaba que me contarás lo del libro.
- ¿Entonces?
Presionar a alguien no es la mejor manera de comunicarse, pero es que había que arrancarle las palabras. Siempre medía lo que iba a decir, la única forma de que fuese sincero era ponerlo entre mi espada y esa pared con dibujos árabes que tenía detrás de él.
- Entonces, ... nada.
Resopló, miró su taza y dio un sorbo.
- En serio, es que ¿no vas a decir nada?,  y  tu comportamiento del otro día ¿qué?, ¿me vas a decir que fue normal?
Mi negra del Bronx salió a la luz.
- A ver, como ya te he dicho es que esperaba otra cosa.
- Pero ¿qué cosa?
Me exasperaba.
- Pues, es que, no sé por dónde empezar.
- Por el principio ¿quizás?
Gracias cerebro por empezar a despertarte.
- ¿Ves? - resopló de nuevo, a veces soy insufrible - pues, cuando me escribiste que querías hablar, pensaba que te referías otra cosa. Me bloqueaste y de repente me escribes, pues ¿qué quieres que piense?
- Pues no lo sé, ya te dije que era una chorrada y que si preferías te lo podía decir por teléfono.
- Quería verte.
- Ya, claro, por eso te comportaste como un capullo.
En realidad después de decirme que me quería ver, me hubiese tirado a su cuello y le hubiese besado cómo si no existiese un mañana, pero mi orgullo y yo no íbamos a permitirlo.
- Te he echado de menos. Me molestó que sólo quisieras verme por ese tema. Creía que querías algo de mí.
Y me miró a los ojos, cómo sólo él sabe hacer.
- Me dejaste. ¿qué iba a hacer? No te preocupaste ni si quiera si llegué bien aquel día.
Mis defensas, mi orgullo y mi negra del Bronx desaparecieron.
- No me dejaste hablar, te fuiste sin más.
- Tampoco dijiste nada. Contigo es todo una montaña rusa.
- Bufff - resopló nuevamente - déjalo estar.
- Pero ¿qué esperabas que te dijese?
Empezaba a no entender nada, me había dejado, ¿esperaba que me pusiera de rodillas y suplicara su perdón? Era yo la dolida, a la que habían dejado. La que estaba sola cara a cara con una enfermedad que no sabía si iba a acabar conmigo.
- Esperaba que la noticia que me ibas a dar fuese otra.
Que hombre tan cansino.
- Pues no sé, fui sincera contigo.
Bueno, bueno, sincera... Quizás no le expliqué toda la verdad, pero eso no es mentir, es ocultar parte de la información.
- Es igual.

Y ahí acabó nuestra conversación, por llamarlo de alguna manera. Llena de sinsentidos y estupideces. Acabamos nuestra consumición y charlamos sobre cosas banales, trabajo, amigos, y cómo nos iba todo. Nos levantamos y pagamos.
- Ya invito yo.
Soy demasiado orgullosa cómo para que alguien me pague algo, aunque no tenga ni un duro, prefiero ser independiente hasta para esto.
- Vale.
Dios, porqué sigue sonriendo de esa manera. No entiendo cómo esa sonrisa me pierde tanto. Hace que me desvanzca internamente.

Seguimos caminando, de vuelta, ambos callados con las manos en los bolsillos y evitando el roce de nuestros cuerpos.

- Bueno, ¿te quieres sentar?
Aquella frase me dejó helada, Iceman me había contagiado y una parte de mí, pensaba ¿porqué no? en otro momento hubiese pensado en el dolor que me iba a producir todo aquello.
- Sí claro.
Olé por mí, no entendía porque mi boca hacía lo que le daba la gana. Iba completamente en su dirección sin pensar en mi cerebro o mi corazón.
- Bueno y ... ¿qué?
- Mira te voy a ser sincera, aquel día sí te quería decir algo, pero como siempre cuándo más te necesito, cuánto más te quiero, y cuánto más me aferro a tí. Tu decides huir.
- ¿Yo? Te fuiste tú.
Estábamos a menos de un metro y deseaba tenerlo entre mis brazos, besarle, abrazarle e hincharme a llorar.
- Yo no me fui, tú, tú me dejaste. parece mentira que no lo recuerdes. Toda mi vida a tu lado cogía en una simple bolsa, que no quise coger.
- Pensaba que querías volver, que todo iba a cambiar.
Me quedé estupefacta, ni de broma pensaba que esperase que quería volver, lo había pasado tan mal, no sabía ni por dónde empezar.
- Lo siento, pensaba que querías dejarlo. Lo dejaste bien claro. Mira, es que no sé por dónde empezar. Siempre haces lo mismo, cuándo peor estoy, me alejas.

- No es verdad.
- Si lo es, me alejaste y yo no supe cómo decirte que tenía cáncer.
Olé de nuevo por mí. soy la persona más idónea para dar malas noticias.
- ¿Cómo?

Se quedó blanco y acarició sin querer mi mano, y sentí la misma sensación que tuve el día que nos conocimos cuándo rozó mi mano. Sentí que el mundo se acababa en ese momento y que él era mi aire para subsistir.
- Sin comer, a ver por dónde empiezo. (pausa dramática como en las películas de los 80) Me han diagnosticado cáncer y tengo que empezar el tratamiento, o lo que sea, tengo visita con la oncóloga el lunes. El día que me dejaste me dieron los resultados; pero claro, estabas demasiado preocupado por otras cosas.
- Eh....
- Sí, siempre que te necesito, que sé que estoy mal, no estás. desapareces, no sé aún nada, no sé tratamientos, ni que voy a hacer. Lo único que sé es que tengo cáncer. Y no, no me mires con pena, ya veremos que pasa.
- ¿Porqué no me lo dijiste?
- ¿Para qué? ¿para darte pena? ¿para mantenerte a mi lado cuándo no me quieres?
- Yo, yo, yo te quiero.
De las pocas veces que escuchaba esas palabras de su boca, sentí como su calor inundaba mi cuerpo. tan vanas esas palabras en su boca.
- Sarah, te he echado de menos, no sabes cuánto. Cuando estoy contigo todo es genial, el problema, es cuando no nos vemos. Pero quiero intentarlo. Esta vez las cosas tienen que salir bien.

Mis cojones 33, esto equivale a: y una puta mierda. Pero ahí estaba yo, lejos de mi negra del Bronx, lejos de mi orgullo, lejos de todo, Era sentir que me quería y toda yo se derretía como un helado a las tres de la tarde en una playa en Huelva. Otra vez me subí a la montaña rusa, pero cómo todas las montañas rusas tienen principio y final.