sábado, 18 de marzo de 2017

Manolo Tena


Soy el juguete de la desolación, mi alma vacía.

No estaba nada bien. Pero eso no impedía que intentase parecerlo, soy una pedazo de actriz, ya lo había demostrado; ¡Hollywood qué te has perdido!. Con él no podía, sabía que Ale conocía cada una de mis muecas, de los intentos por no molestar a nadie; y no sé cómo lo hago pero siempre acabo pidiéndole ayuda sin saberlo.

Me abraza fuerte nuevamente, como si la vida le fuese en ello, y como si mi cuerpo se pudiese estrujar cuál peluche. No me importa, tan sólo necesito ese abrazo que termine de absorber las últimas lágrimas que me quedan. Pero para ironías del destino, tan solo dejo que mis lágrimas fluyan y se abran camino entre mis mejillas. Se ha abierto la caja de Pandora una vez más, y entre sollozos solo puedo pronunciar:
- Tengo miedo.

No me suelta, deja que me derrumbe en el suelo y se agacha para abrazarme aún más fuerte.
- Cariño, estoy aquí, no voy a dejar que te vuelvan a hacer daño, respira.

Ahora no puedo parar, mi cabeza ha estado impidiendo esto. He vuelto a tocar fondo. Había estado una semana teniendo pesadillas y despertándome sin aliento, teniendo la misma sensación de estar sucia y de que mis entrañas se abrían paso hasta llegar al suelo. Lo último que necesitaba era esto, un agujero donde meter más mierda. Joder, no había llorado tanto desde que vi por primera vez Como agua para chocolate; y sí, he visto este coñazo de película más de una vez.

Acabo de despertarme en un sofá extraño, con esa manta de ositos que Ale sacaba para las grandes ocasiones, mis grandes momentos. Si esa manta pudiese hablar... madre mía, que de cosas contaría (acabo de recordar a Los Sirex en su famosa canción si yo tuviera una escoba)
Ale, que estaba velando mi sueño justo a mis pies, me miró con lástima y resignación, como cuando una madre mira a su hijo adolescente, al verle con los ojos rojos y oliendo a porro desde que ha abierto la puerta y dice: voy a la cama que estoy cansado.
- Nos merecemos que nos quieran - es lo único que dijo, mientras acariciaba mis pies suavemente, Ay! si no fuese gay sería el hombre de mi vida.

Nos quedamos en silencio viendo de nuevo The Crow, aún sigo sin entender como ese DVD no se ha rallado ya y ha dejado de funcionar, cuántas veces hemos visto esa película en silencio y nos hemos hinchado a llorar en la escena en la que Brandon Lee deja el anillo en la tumba de Shelly. Seguramente tod@s soñamos en que nos amen de esa manera, y no es amor en plan moñas, es ese incondicional mucho mejor que el de Diario de Noa,

Me levanto poco a poco del sofá sigo siendo una zombie, no quiero ni mirarme al espejo, seguro que me daría más pena de la que doy. Es lo que tiene ser demasiado auto crítica conmigo misma, pero es que esos pelos de loca pegados a la cara de todo lo que había llorado, y esas ojeras no ayudaban demasiado a quererme.
Logro deshacerme de mis prejuicios, y consigo llegar al lavabo a lavarme la cara, ¿de verdad merece la pena sufrir por alguien?, cuánto daño ha hecho 50 sombras, nadie, ni nada, merece a pena que sufras de esa manera, no necesitamos ser drama queens pero, se ve que tenemos algún chip implantado al nacer que hace que las mujeres suframos por amor, necesitamos pasarlo mal aunque lo mejor de nuestra vida esté a nuestro lado; siempre elegimos al capulllo de turno que nos hace sufrir y pasarlo mal.
Me lavo la cara, me miro al espejo y pienso que ... y qué hago aquí sin ti ... que esta pueda ser la última vez que te hable o que te escriba; miro el móvil y me hago la fuerte; no voy a hacerlo me repito una y mil veces, pero mis dedos pasan completamente de mi razón, y hacen caso al corazón; y le escribo, ¡maldito Whatsapp!
Te echo de menos
No sé como decirte tantas cosas que tenía guardadas
Creo que debería haberte dicho más cosas pero la cobardía siempre me hace guardarme las cosas para mí

Las espinas se clavan cada vez que miro el puñetero móvil, como en la canción de Mecano, pero era hora de empezar a hacer cosas por mí, después de mirar el puñetero whatsapp durante más de media hora cada 5 segundos, no recibí respuesta. Sí, eso era lo que valía 0,75€ la hora. Se acabaron las lágrimas, me repetí una y otra vez, mientras Ale me miraba sin cesar. No sabía como consolarme, imagino que yo en su lugar, hubiese sacado dos vasos de chupitos, me hubiese cagado en la madre que parió al imbécil que le hubiese hecho daño, nos hubiésemos ido de fiesta y mañana ... mañana sería otro día, con resaca, pero otro día.
Y hablando de resacas, a mi edad, las resacas ya no son como antes, ahora me duran una semana, jodido alcohol; nos pasamos la mitad de nuestra adolescencia bebiéndonos hasta el agua de los floreros, entrenando a nuestro hígado, para que luego, a partir de los 30 nos duela hasta la uña del dedo gordo del pie derecho un miércoles, cuándo hemos salido de fiesta el viernes anterior.

Lo cierto era que en mi cabeza mi mayor preocupación había pasado a un segundo plano; ¿en serio estaba sufriendo por un tío cuándo sabía que tenía cáncer? A veces la mente nos juega malas pasadas, y optamos por priorizar los sentimientos, cuándo realmente debemos preocuparnos por lo verdaderamente importante.

El Whatsapp no emitía ningún sonido, y me estaba desesperando, así que dejé el móvil a más de dos metros de mí, como si de esa forma por arte de alguna divinidad fuese a sonar. Se ve que la divinidad me escuchó y una hora más tarde, mi móvil sonó:

Me ha cogido un poco por sorpresa
Mientras que no uses mi nombre puedes usar lo que quieras


Menuda puta mierda, otra vez estábamos cómo al principio, preocupado por su nombre, lo de este chico no tiene solución, es imbécil. Menos mal que no le conté nada (yo y mi bipolaridad), no se ha preocupado en ningún momento por mí. Y como yo soy del género idiota, esperaba que después de dos semanas sin hablarnos, me rogase que volviésemos a estar juntos. Quizás me he saltado el punto en el que hacía dos semanas me había dejado.


- ¡Ya le contesto yo! - indignado, Ale me arrancó de las manos el móvil, mientras yo estaba ensimismada en mis propios pensamientos absurdos.
- Déjalo, si no sé ni que contestarle a parte de decirle que es un capullo integral - lo dije con una voz muy suave, robándole mi propio móvil de entre sus manos. No quería que le mandase un mensaje en plan: púdrete en el infierno maldito cabrón; aunque muy en el fondo pensase que era lo correcto.
- Pues es lo que deberías contestarle, capullo integral te preocupas de gilipolleces cuándo tendrías que estar de rodillas suplicándome que vuelva contigo, gusano inmundo - nos miramos, se hizo un silencio y empezamos a reírnos a carcajadas. Era la primera vez que reía sinceramente en mucho tiempo, sin importarme quién estuviese mirando o lo que podrían pensar de mí.

Seguimos riendo durante un buen rato, recordando locuras que habíamos hecho, rememorando viejas historias de noches gloriosas, llenas de alcohol y risas.

- Decidido princess, nos vamos a tomar unas copas - golpeó mi rodilla, y me arrancó la manta de ositos a la que me aferraba con tanto ahínco.
- Estoy completamente de acuerdo, nos vamos -  no tenía ningunas ganas, y él lo sabía; pero eso no me iba a impedir pasar unas horas sin pensar en que la señora de la guadaña me pisaba los pies, ni pensar en capullos integrales.

Salimos de su portal, él con sus mejores galas, pajarita incluida; y nos dirigimos al único Pub que queda en condiciones en el barrio. Él se pidió su copa de champagne y yo una cerveza sin alcohol (que loca eh!). Nos encontramos con viejos amigos a los que no veíamos habitualmente y entablamos las típicas conversaciones de cortesía: ¿qué tal la vida? ¿sigues casado con...? ¿ah! pero ya tienes hijos!? Ya habían pasado más de dos horas y me lo estaba pasando genial, cuándo Ale tuvo que abrir su gran bocaza.

- Vale que no se lo quieras contar a nadie, pero... - no dejé que terminase la frase, le interrumpí.
- Por ahora no se lo voy a contar a Fabio, no creo que sea correcto, imagínate, como se pondría, si fuese por él me metería en una burbuja de cristal y no dejaría ni que me tocase ni el aire - asintió.

Os pongo en antecedentes, Fabio era algo así como un "ex", nunca llegamos a salir, nuestra relación se basaba en sexo puro y duro; me acabo de dar cuenta que puro y duro no es la mejor manera de definir una relación sexual, así que lo definiré mejor, sería algo así como un "follardo" No eramos una pareja, y nunca lo fuimos, simplemente eramos amigos y nos acostábamos de vez en cuando; sin explicaciones, sin amor, sin nada más allá de lo meramente dicho. Pero para él no fue así, y después de tantos años seguía algo colgado de mí. Nunca llegué a enamorarme de él, y tampoco quise hacerle daño nunca, ¡que conste en acta!, pero las cosas entre nosotros, siempre se complicaban. Él creía que tenía algún derecho sobre mí, y actuaba siempre de forma sobreprotectora, y necesitaba saber que formaba parte de mi vida. No le culpo por ello, después de todo sólo estaba enamorado de una persona que no sentía lo mismo, de alguna forma le entendía, estaba pasando por algo parecido.
Fabio era el típico hombre por el que todas perderían la cabeza, es de esas personas que entra en un bar y hace que se giren hombres, mujeres y niños; su seguridad al caminar, esa media sonrisa y ese porte. Es alto, guapo, moreno, esa mirada con ojos marrones que parece que te estén penetrando (en el buen sentido) y ese cuerpazo curtido en el gimnasio; como diría mi abuela; ¡cualquiera le hace ascos!
Pero como yo soy de otro planeta, de Plutón por lo menos, que además ya no está ni en el sistema solar, no me atraía lo más mínimo. Demasiado perfecto para mí, así soy yo, rara de pelotas.
Nunca me sentí atraída por él, excepto en lo meramente dicho, el sexo. En parte me siento culpable por todo lo que pasó, no me di cuenta a tiempo, que las cosas se estaban empezando a complicar entre nosotros; pero bueno agua pasada, no mueve molino. Aunque en este caso sus molinos giraban cómo los de Don Quijote.
No comprendía, después de tanto tiempo, como un hombre como él, seguía enamorado de mí. Siempre he querido pensar, que he sido la única que le ha dicho que no, y por eso seguía un poco colgado por mí. No sé cómo nos lo montábamos pero siempre que nos veíamos acababámos discutiendo por una cosa o por otra. Así que no estaba dispuesta a contarle todo por lo que estába pasando en ese momento.

- Sabes que se va a enterar ¿verdad?, de una manera u otra. Con él soy muy bocachancla y acabo contándole todo sobre ti, es que tú no sabes como le cambia la cara cada vez que sales en alguna conversación - me miró con esos ojos de cordero degollado. Sabía perfectamente que odiaba que Fabio le sonsacase información sobre mí, y no sé como lo hacía, siempre acababa sabiendo más de mí, que yo misma.
- No tengo ganas de hablar de eso ahora - le dije mientras recorría con mis dedos las gotas que se habían formado en su copa de champagne. Creo que me relamí, quería beberme esa copa y dejar de pensar.
- Pues en algún momento tendrás que hablar con él y con todos, no puedes con esto tu sola, y lo sabes - y me señaló, ahí estaba Julio Iglesias apoderándose del alma de mi amigo.
- Y ... de lo otro ... ¿qué hago?
- No soy quién para decirte lo que tienes que hacer princess pero ya sabes lo que te voy a decir.
- Lo mismo que yo te digo cada vez que algún capullo te hace daño. Olvídalo, a rey muerto, rey puesto, ¿no? - asintió nuevamente mientras le daba un sorbo a su copa - pero esta vez es diferente, me he encoñado. ¿yo? La que siempre dice que los hombres entre más lejos mejor, la que nunca se cuelga de nadie, la que tiene más muros que la Gran Muralla China. Y ya me ves... echa una puta mierda.
- No te voy a decir lo que no quieres oír, pero no creo que te merezca, y se qué le voy a dar la razón a Mr. Grey - así llamaba a Fabio en nuestro minicirculo - pero esta vez se ha pasado, y ya, ya sé qué no le has contado nada. Pero yo no te puedo ver así, bastante ...
- Sí, bastante tengo con lo que tengo, me voy a tener que acostumbrar a esa frase. Pero no se puede obligar a nadie a que te quiera. Además, que le den por culo, a lo mejor le gusta.
- ¡Sarah! Por favor, no es eso, es que siempre estás a expensas de lo que él quiere y cuándo él quiere. Te manipula y no quieres darte cuenta.
- Estoy hecha un lío, estoy cansada de sus montañas rusas, ahora te quiero, ahora mejor estar sin vernos, ahora mejor nos damos un tiempo, ahora vuelvo a ser frío. Es que cada vez que tiene un problema o una de sus pajas mentales me aleja de él, le da la ventolera y a mí que me jodan. Sé que yo al principio no se lo puse fácil, pero es que ¡ostia puta! es que cada vez es alguna gilipollez nueva - sí, de normal digo muchas palabrotas.
- Pues ahí tienes la respuesta, no puedes seguir así, esperando que te conteste, que te hable y caer rendida a sus pies
- Si, yo entender maestro Yoda, encoñamiento no ser bueno.
- ¡Sarah! Contigo no se puede hablar en serio. - resopló, miró al camarero y con un gesto pidió otra copa.
- Es mi manera de quitarle hierro al asunto, ya sabes.

Nos terminamos la bebida, nos levantamos y fuimos a casa a descansar. Estaba terriblemente cansada. Y la manta de ositos me estaba esperando cuál amante espera que caiga la noche para ver a su amada. En el fondo soy una romántica, y la manta de ositos me había robado el corazón muchas veces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario