domingo, 26 de marzo de 2017

Por el mar corre la liebre

Al cabo de más de dos días recibí un mensaje más allá de un simple whatsapp, me escribió un correo electrónico:

Se que me quiere con locura, y eso me tranquiliza, pero no paro de pensar como sería todo si estubieramos juntos día a día. Nos necesitamos y nos cumplimentamos en muchas cosas. Necesito a diario un beso suyo, una mirada y una sonrisa. Que me diga que guapo soy, y decirle que no, necesito su silencio cuando está a mi lado, sus videos colgados, sus compras de cosas baratas, sus labios y su cuerpo que me hipnotizan, sus enfaditos tontos y sus reconciliaciones a besos, que me coja de la cara, que me diga que soy un sol, que me hable de sus cosas, ir a comer los dos tranquilamente, ir al cine y estar tan cómodos, ir a cenar pizza, despertame con ella con un brazo dormido y decirle que no es nada, hacerle el desayuno, jugar, hablar, reir, abrazar y tantas cosas que hacen que la quiera cada día más, es una persona muy especial que cautiva a cualquiera que tenga ojos y que tenga alma. Podría decir que no he estado tan bien conmigo mismo con alguien a mi lado, con ella parece que levites por encima del tiempo como si no existiera nada más. Hoy he visto el dunkin donut y claro, pienso en ella en como pone esa cara al comerse algo dulce El primer donut que he visto es uno de color rosa, color odioso vale, pero en el centro había una casa y he pensado, mira, nuestra casa, y la nostalgia se ha apoderado de mi.


Soy del género idiota, ya sabéis, y de nuevo creí que las cosas iban a cambiar, pero ya sabemos como va esto. A lo que iba, mi idiotez y yo decidimos bajarnos los pantalones a la altura de Julio Verne en Viaje al centro de la tierra y volver a caer rendida a sus pies. Realmente no sé cómo lo hace, pero mi orgullo, al que siempre me he aferrado, se desvanece con tan sólo dar señales de vida, contarme una milonga y volver a ilusionarme.


- Bueno, me ha sorprendido mucho lo que me has escrito, podríamos quedar y hablar.
Orgullo cero - Idiotez 1
- Sí podríamos quedar.
Y ahí estaba de nuevo, el hombre de hielo, tan eufórico y tan sentimental.
- Cuando tengas un rato libre, podemos tomar un café.
- Sí, estaría bien.
De verdad después de dos días y escribirme ese correo, eso es todo lo que tenía que decirme, tanto entusiasmo no por favor, que me abrumo.
- Pues ya dirás.

De nuevo a expensas de que The Iceman pusiese algo de su parte y se dignase a quedar y hablar. Me había cansado de esa situación, me lo había hecho tantas veces, pero no me quedaba otra. La mecha se estaba agotando, pero ahí estaba yo, aguantando como una jabata, haciéndome la fuerte, y esperando que un mensaje llegase a mi móvil.

Llamada del hospital
- ¿Sarah Rodriguez?
Siempre ese tono, que a veces te entran ganas de decir que están llamando a un número equivocado,
- Sí, soy yo.:
- Era para recordarte la cita con la oncóloga, el lunes a las 18:30
- Ah, sí, sí.
- Nos vemos el lunes.
- Sí adiós, hasta el lunes.

Bueno, esa era mi preocupación, la principal, y debía plantearme tantas cosas. ¿Qué iba a ser de mi vida ahora?, ¿cuánto tiempo me quedaba?, ¿realmente iba a funcionar el tratamiento? 
Pues bien, volví a hacer lo que hago con todo, aparcarlo todo en un cajón al final de mi cabeza. Siempre he tenido la teoría de que si no piensas, no duele. Es mi lema de vida, y es la forma que tengo de protegerme de todo lo malo. En esto soy como mi familia, si no se habla de ello es cómo si no hubiese pasado. 
Estaba realmente cansada del puto karma, mi mejor amiga y yo, siempre hemos tenido la teoría de que si existe el karma, en otra vida tuvimos que ser unas hijas de puta monumentales. Siempre hemos creído que eramos los principales cabecillas de la Santa Inquisición, sino no se entiende tanta mala suerte. 
Vuelvo a mirar el móvil, sin noticias desde hace más de dos horas, no sé como se puede ser tan gilipollas, me miro al espejo y vuelvo a pensar en la que pena que doy ¿cuando empezaré a perder el pelo?

- Bueno ya me dirás si puedes quedar o no, y dónde quedamos.
Me había cansado de esperar, yo ya no estaba para jugar mucho, y se me estaban agotando las vidas.
- Sí bueno podemos quedar en el centro, en un par de días y tomamos algo.
- Ok. el viernes a las 18:30 ¿te va bien?
O pongo toda la carne en el asador o éste no va a poner de su parte.
- Ok
- Ok.

Y esta es la gran conversación que tuvimos por whatsapp antes de quedar para hablar. La bipolaridad que tanto odiaba siempre salía a la luz. No entendía cómo una persona pueda decir te quiero, y a los cinco minutos se muestre frío, sin sentimientos. Me agotaba. 

Me metí en la cama dándole vueltas a todo, pensando en si le iba a contar algo o no, en cómo iba a afectar el cáncer a mi vida. Dos horas más tarde, después de darle una paliza a la cama y no poder dormir, me vestí y salí a correr, me vi como en un videoclip de Sia, loca perdida, despeinada y con ganas de gritar. 

sábado, 18 de marzo de 2017

Manolo Tena


Soy el juguete de la desolación, mi alma vacía.

No estaba nada bien. Pero eso no impedía que intentase parecerlo, soy una pedazo de actriz, ya lo había demostrado; ¡Hollywood qué te has perdido!. Con él no podía, sabía que Ale conocía cada una de mis muecas, de los intentos por no molestar a nadie; y no sé cómo lo hago pero siempre acabo pidiéndole ayuda sin saberlo.

Me abraza fuerte nuevamente, como si la vida le fuese en ello, y como si mi cuerpo se pudiese estrujar cuál peluche. No me importa, tan sólo necesito ese abrazo que termine de absorber las últimas lágrimas que me quedan. Pero para ironías del destino, tan solo dejo que mis lágrimas fluyan y se abran camino entre mis mejillas. Se ha abierto la caja de Pandora una vez más, y entre sollozos solo puedo pronunciar:
- Tengo miedo.

No me suelta, deja que me derrumbe en el suelo y se agacha para abrazarme aún más fuerte.
- Cariño, estoy aquí, no voy a dejar que te vuelvan a hacer daño, respira.

Ahora no puedo parar, mi cabeza ha estado impidiendo esto. He vuelto a tocar fondo. Había estado una semana teniendo pesadillas y despertándome sin aliento, teniendo la misma sensación de estar sucia y de que mis entrañas se abrían paso hasta llegar al suelo. Lo último que necesitaba era esto, un agujero donde meter más mierda. Joder, no había llorado tanto desde que vi por primera vez Como agua para chocolate; y sí, he visto este coñazo de película más de una vez.

Acabo de despertarme en un sofá extraño, con esa manta de ositos que Ale sacaba para las grandes ocasiones, mis grandes momentos. Si esa manta pudiese hablar... madre mía, que de cosas contaría (acabo de recordar a Los Sirex en su famosa canción si yo tuviera una escoba)
Ale, que estaba velando mi sueño justo a mis pies, me miró con lástima y resignación, como cuando una madre mira a su hijo adolescente, al verle con los ojos rojos y oliendo a porro desde que ha abierto la puerta y dice: voy a la cama que estoy cansado.
- Nos merecemos que nos quieran - es lo único que dijo, mientras acariciaba mis pies suavemente, Ay! si no fuese gay sería el hombre de mi vida.

Nos quedamos en silencio viendo de nuevo The Crow, aún sigo sin entender como ese DVD no se ha rallado ya y ha dejado de funcionar, cuántas veces hemos visto esa película en silencio y nos hemos hinchado a llorar en la escena en la que Brandon Lee deja el anillo en la tumba de Shelly. Seguramente tod@s soñamos en que nos amen de esa manera, y no es amor en plan moñas, es ese incondicional mucho mejor que el de Diario de Noa,

Me levanto poco a poco del sofá sigo siendo una zombie, no quiero ni mirarme al espejo, seguro que me daría más pena de la que doy. Es lo que tiene ser demasiado auto crítica conmigo misma, pero es que esos pelos de loca pegados a la cara de todo lo que había llorado, y esas ojeras no ayudaban demasiado a quererme.
Logro deshacerme de mis prejuicios, y consigo llegar al lavabo a lavarme la cara, ¿de verdad merece la pena sufrir por alguien?, cuánto daño ha hecho 50 sombras, nadie, ni nada, merece a pena que sufras de esa manera, no necesitamos ser drama queens pero, se ve que tenemos algún chip implantado al nacer que hace que las mujeres suframos por amor, necesitamos pasarlo mal aunque lo mejor de nuestra vida esté a nuestro lado; siempre elegimos al capulllo de turno que nos hace sufrir y pasarlo mal.
Me lavo la cara, me miro al espejo y pienso que ... y qué hago aquí sin ti ... que esta pueda ser la última vez que te hable o que te escriba; miro el móvil y me hago la fuerte; no voy a hacerlo me repito una y mil veces, pero mis dedos pasan completamente de mi razón, y hacen caso al corazón; y le escribo, ¡maldito Whatsapp!
Te echo de menos
No sé como decirte tantas cosas que tenía guardadas
Creo que debería haberte dicho más cosas pero la cobardía siempre me hace guardarme las cosas para mí

Las espinas se clavan cada vez que miro el puñetero móvil, como en la canción de Mecano, pero era hora de empezar a hacer cosas por mí, después de mirar el puñetero whatsapp durante más de media hora cada 5 segundos, no recibí respuesta. Sí, eso era lo que valía 0,75€ la hora. Se acabaron las lágrimas, me repetí una y otra vez, mientras Ale me miraba sin cesar. No sabía como consolarme, imagino que yo en su lugar, hubiese sacado dos vasos de chupitos, me hubiese cagado en la madre que parió al imbécil que le hubiese hecho daño, nos hubiésemos ido de fiesta y mañana ... mañana sería otro día, con resaca, pero otro día.
Y hablando de resacas, a mi edad, las resacas ya no son como antes, ahora me duran una semana, jodido alcohol; nos pasamos la mitad de nuestra adolescencia bebiéndonos hasta el agua de los floreros, entrenando a nuestro hígado, para que luego, a partir de los 30 nos duela hasta la uña del dedo gordo del pie derecho un miércoles, cuándo hemos salido de fiesta el viernes anterior.

Lo cierto era que en mi cabeza mi mayor preocupación había pasado a un segundo plano; ¿en serio estaba sufriendo por un tío cuándo sabía que tenía cáncer? A veces la mente nos juega malas pasadas, y optamos por priorizar los sentimientos, cuándo realmente debemos preocuparnos por lo verdaderamente importante.

El Whatsapp no emitía ningún sonido, y me estaba desesperando, así que dejé el móvil a más de dos metros de mí, como si de esa forma por arte de alguna divinidad fuese a sonar. Se ve que la divinidad me escuchó y una hora más tarde, mi móvil sonó:

Me ha cogido un poco por sorpresa
Mientras que no uses mi nombre puedes usar lo que quieras


Menuda puta mierda, otra vez estábamos cómo al principio, preocupado por su nombre, lo de este chico no tiene solución, es imbécil. Menos mal que no le conté nada (yo y mi bipolaridad), no se ha preocupado en ningún momento por mí. Y como yo soy del género idiota, esperaba que después de dos semanas sin hablarnos, me rogase que volviésemos a estar juntos. Quizás me he saltado el punto en el que hacía dos semanas me había dejado.


- ¡Ya le contesto yo! - indignado, Ale me arrancó de las manos el móvil, mientras yo estaba ensimismada en mis propios pensamientos absurdos.
- Déjalo, si no sé ni que contestarle a parte de decirle que es un capullo integral - lo dije con una voz muy suave, robándole mi propio móvil de entre sus manos. No quería que le mandase un mensaje en plan: púdrete en el infierno maldito cabrón; aunque muy en el fondo pensase que era lo correcto.
- Pues es lo que deberías contestarle, capullo integral te preocupas de gilipolleces cuándo tendrías que estar de rodillas suplicándome que vuelva contigo, gusano inmundo - nos miramos, se hizo un silencio y empezamos a reírnos a carcajadas. Era la primera vez que reía sinceramente en mucho tiempo, sin importarme quién estuviese mirando o lo que podrían pensar de mí.

Seguimos riendo durante un buen rato, recordando locuras que habíamos hecho, rememorando viejas historias de noches gloriosas, llenas de alcohol y risas.

- Decidido princess, nos vamos a tomar unas copas - golpeó mi rodilla, y me arrancó la manta de ositos a la que me aferraba con tanto ahínco.
- Estoy completamente de acuerdo, nos vamos -  no tenía ningunas ganas, y él lo sabía; pero eso no me iba a impedir pasar unas horas sin pensar en que la señora de la guadaña me pisaba los pies, ni pensar en capullos integrales.

Salimos de su portal, él con sus mejores galas, pajarita incluida; y nos dirigimos al único Pub que queda en condiciones en el barrio. Él se pidió su copa de champagne y yo una cerveza sin alcohol (que loca eh!). Nos encontramos con viejos amigos a los que no veíamos habitualmente y entablamos las típicas conversaciones de cortesía: ¿qué tal la vida? ¿sigues casado con...? ¿ah! pero ya tienes hijos!? Ya habían pasado más de dos horas y me lo estaba pasando genial, cuándo Ale tuvo que abrir su gran bocaza.

- Vale que no se lo quieras contar a nadie, pero... - no dejé que terminase la frase, le interrumpí.
- Por ahora no se lo voy a contar a Fabio, no creo que sea correcto, imagínate, como se pondría, si fuese por él me metería en una burbuja de cristal y no dejaría ni que me tocase ni el aire - asintió.

Os pongo en antecedentes, Fabio era algo así como un "ex", nunca llegamos a salir, nuestra relación se basaba en sexo puro y duro; me acabo de dar cuenta que puro y duro no es la mejor manera de definir una relación sexual, así que lo definiré mejor, sería algo así como un "follardo" No eramos una pareja, y nunca lo fuimos, simplemente eramos amigos y nos acostábamos de vez en cuando; sin explicaciones, sin amor, sin nada más allá de lo meramente dicho. Pero para él no fue así, y después de tantos años seguía algo colgado de mí. Nunca llegué a enamorarme de él, y tampoco quise hacerle daño nunca, ¡que conste en acta!, pero las cosas entre nosotros, siempre se complicaban. Él creía que tenía algún derecho sobre mí, y actuaba siempre de forma sobreprotectora, y necesitaba saber que formaba parte de mi vida. No le culpo por ello, después de todo sólo estaba enamorado de una persona que no sentía lo mismo, de alguna forma le entendía, estaba pasando por algo parecido.
Fabio era el típico hombre por el que todas perderían la cabeza, es de esas personas que entra en un bar y hace que se giren hombres, mujeres y niños; su seguridad al caminar, esa media sonrisa y ese porte. Es alto, guapo, moreno, esa mirada con ojos marrones que parece que te estén penetrando (en el buen sentido) y ese cuerpazo curtido en el gimnasio; como diría mi abuela; ¡cualquiera le hace ascos!
Pero como yo soy de otro planeta, de Plutón por lo menos, que además ya no está ni en el sistema solar, no me atraía lo más mínimo. Demasiado perfecto para mí, así soy yo, rara de pelotas.
Nunca me sentí atraída por él, excepto en lo meramente dicho, el sexo. En parte me siento culpable por todo lo que pasó, no me di cuenta a tiempo, que las cosas se estaban empezando a complicar entre nosotros; pero bueno agua pasada, no mueve molino. Aunque en este caso sus molinos giraban cómo los de Don Quijote.
No comprendía, después de tanto tiempo, como un hombre como él, seguía enamorado de mí. Siempre he querido pensar, que he sido la única que le ha dicho que no, y por eso seguía un poco colgado por mí. No sé cómo nos lo montábamos pero siempre que nos veíamos acababámos discutiendo por una cosa o por otra. Así que no estaba dispuesta a contarle todo por lo que estába pasando en ese momento.

- Sabes que se va a enterar ¿verdad?, de una manera u otra. Con él soy muy bocachancla y acabo contándole todo sobre ti, es que tú no sabes como le cambia la cara cada vez que sales en alguna conversación - me miró con esos ojos de cordero degollado. Sabía perfectamente que odiaba que Fabio le sonsacase información sobre mí, y no sé como lo hacía, siempre acababa sabiendo más de mí, que yo misma.
- No tengo ganas de hablar de eso ahora - le dije mientras recorría con mis dedos las gotas que se habían formado en su copa de champagne. Creo que me relamí, quería beberme esa copa y dejar de pensar.
- Pues en algún momento tendrás que hablar con él y con todos, no puedes con esto tu sola, y lo sabes - y me señaló, ahí estaba Julio Iglesias apoderándose del alma de mi amigo.
- Y ... de lo otro ... ¿qué hago?
- No soy quién para decirte lo que tienes que hacer princess pero ya sabes lo que te voy a decir.
- Lo mismo que yo te digo cada vez que algún capullo te hace daño. Olvídalo, a rey muerto, rey puesto, ¿no? - asintió nuevamente mientras le daba un sorbo a su copa - pero esta vez es diferente, me he encoñado. ¿yo? La que siempre dice que los hombres entre más lejos mejor, la que nunca se cuelga de nadie, la que tiene más muros que la Gran Muralla China. Y ya me ves... echa una puta mierda.
- No te voy a decir lo que no quieres oír, pero no creo que te merezca, y se qué le voy a dar la razón a Mr. Grey - así llamaba a Fabio en nuestro minicirculo - pero esta vez se ha pasado, y ya, ya sé qué no le has contado nada. Pero yo no te puedo ver así, bastante ...
- Sí, bastante tengo con lo que tengo, me voy a tener que acostumbrar a esa frase. Pero no se puede obligar a nadie a que te quiera. Además, que le den por culo, a lo mejor le gusta.
- ¡Sarah! Por favor, no es eso, es que siempre estás a expensas de lo que él quiere y cuándo él quiere. Te manipula y no quieres darte cuenta.
- Estoy hecha un lío, estoy cansada de sus montañas rusas, ahora te quiero, ahora mejor estar sin vernos, ahora mejor nos damos un tiempo, ahora vuelvo a ser frío. Es que cada vez que tiene un problema o una de sus pajas mentales me aleja de él, le da la ventolera y a mí que me jodan. Sé que yo al principio no se lo puse fácil, pero es que ¡ostia puta! es que cada vez es alguna gilipollez nueva - sí, de normal digo muchas palabrotas.
- Pues ahí tienes la respuesta, no puedes seguir así, esperando que te conteste, que te hable y caer rendida a sus pies
- Si, yo entender maestro Yoda, encoñamiento no ser bueno.
- ¡Sarah! Contigo no se puede hablar en serio. - resopló, miró al camarero y con un gesto pidió otra copa.
- Es mi manera de quitarle hierro al asunto, ya sabes.

Nos terminamos la bebida, nos levantamos y fuimos a casa a descansar. Estaba terriblemente cansada. Y la manta de ositos me estaba esperando cuál amante espera que caiga la noche para ver a su amada. En el fondo soy una romántica, y la manta de ositos me había robado el corazón muchas veces.

sábado, 11 de marzo de 2017

Primer día

Este es mi primer día de cura. Estoy lejos, muy lejos lo único que escucho es el maldito ruido de esta maquina de hospital.
Había tenido que elegir, y ya había elegido, mi primera sesión del tratamiento.
Pero retrocedamos en el tiempo, os voy a contar mi historia, esa historia que todos conocemos, y a todos nos ha pasado alguna vez, enamorarse locamente de alguien y como perderlo todo.
Era un lunes, un maldito lunes, había quedado para contarle todo, para decirle que lo echaba de menos, que lo quería, que estaba cagada de miedo, y que le necesitaba a mi lado como nunca, porque el pánico se había apoderado de mí.
Le había mandado un mensaje para vernos, y aunque me dolía el alma sólo con pensar en su rechazo, tenía la esperanza que por una vez en mi vida, saliese todo por mi boca.

- Hola, me darás dos besos por lo menos. - me espetó frío y distante.
Cínico, capullo, retorcido, mierdas, pero de mi boca solo salió: - Claro.
¡Seré imbécil!, y en mi boca, con un tremendo esfuerzo, simulé una sonrisa.
- Sólo necesito cinco minutos, de verdad, es una chorrada, te lo dije en el mensaje que si preferías te llamaba por teléfono - pero, ¿por qué es tan guapo?, y me derrite sólo con mirarme, volví a sonreír cual quinceañera y volví a mirarle directamente a esos ojos que casi me congelan.
- Bueno, ¿quieres sentarte?, ¿O prefieres tomar algo?
- Vamos a tomar algo, mejor, ¿dónde quieres ir? - habíamos quedado en un centro comercial, así que era fácil elegir algún sitio, no muy íntimo para tomar algo, algo impersonal, una gran cadena de restauración por ejemplo. Mientras caminabamos, sin rumbo, por ahora, iba pensando cómo explicarle todo.
- Vale, vamos aquí, hay una sanwitcheria aquí cerca. - dijo frío como el acero. (Brian bosworth, qué daño hiciste...)
Nos acercamos, y vimos que no había ningún local que estuviese bien para sentarnos y charlar un rato.
- Bueno, pues podemos ir al Subway - solté para romper el hielo. Después de más de dos semanas sin hablarnos, era duro y difícil poder empezar una conversación. - Y.. ¿Qué quieres tomar?
- ¿Una cerveza, y tú? - me preguntó como si fuese una extraña, ausente, con la mirada perdida, y sin ningún tipo de interés en lo que iba a contestar. Como en esas primeras citas en las cuales quedas con alguien por Internet y después de haberos contado miles de intimidades por Whatsapp, qué hasta Lucía Lapiedra se quedaría perpleja; al encontrarte cara a cara, no tienes ni la menor idea qué decirle a la otra persona. Le miré otra vez, y pensé en cómo podía hacerme sentir tan pequeña después de todo este tiempo.
- No, yo prefiero café - me miró un poco extrañado, nunca rechazo una cerveza; pero no podía soltarle de repente todo, ni vomitarle porqué no podía tomar alcohol
- Toma, voy a coger sitio fuera - me soltó dos euros en la mano, como si fuese cualquier cosa, sin miramientos. Como sino me conociese de nada, me sentí como una completa extraña.

Me quedé sola, esperando a pedir, la camarera me miraba con pena, no sé si era por las ojeras que llevaba acarreando esos últimos días, o por la cara de desolación que se me estaba quedando al ver como empezaba a dirigir sus pasos hacia la puerta.
Yo ya tenía bastantes problemas en mi cabeza, y en mi vida, como para pensar que un nombre en un cuento fuese algo tan importante para una persona. Ahora mismo me importaba más si mañana me despertaría. En mi cabeza sólo había contradicciones, por una parte sentía ganas de abrazarle y echarme a llorar, y por otra parte, cogería la cerveza que estaba bebiendo y se la derramaría por la cabeza delante de toda aquella muchedumbre que paseaba por el centro comercial, ¡Ja!, que a gusto me hubiese quedado si lo hubiese hecho.

- Es que, no sé, me ha cogido un poco por sorpresa. Y bueno, ¿qué tal estás? - y otra vez, esa frialdad, ¡premio al hombre de hierro!.
Pedí esa cerveza, de lata y con vaso de plástico y el café con hielo, también con vaso de plástico, y las saqué con resignación hacia la terraza. Si hubiese sido una película romántica de las antiguas, estaría lloviendo, y un coche pasaría justo a mi lado, haciendo que una ola de agua y suciedad; arroyase a mi persona, lógicamente acabaría con la máscara de pestañas corrida y llena de barro, el público miraría con pena y sentirían tal congoja en el corazón que apartarían la mirada.
Crucé la puerta, y saqué la mejor cara que tenía en la recámara, estaba pletórica. Me acerqué a la mesa que había elegido y puse esas bebidas tan sofisticadas en la mesa. Me lié un cigarro en silencio y lo encendí.

- Bueno, como te dije, era una tontería, incluso te lo podía haber dicho por teléfono- se hizo un silencio entre los dos-  pues, me han llamado de una editorial, una pequeña; no es gran cosa, se ve que les ha gustado un cuento que había escrito, me han dado, la oportunidad de mejorarlo; y bueno, como en ese cuento había parte de ti, y parte que habías escrito tú. Pues, te quería pedir permiso para poder reescribirlo, utilizar tu parte, si me lo permites.
- Ah, bueno, - me miró perplejo, no sé si esperaba otro tipo de declaración - me tendrás que pagar derechos de autor - se acercó la cerveza a esos labios que me volvían loca, y bebió un sorbo.
- Pues, como no quieras que te firme un papel de mi puño y letra, indicando que si algún día gano un euro una parte será tuya. - será irónico, gilipollas, ¿pero de qué va?, encima que tengo el detalle de decírselo.
- ¿Y cómo que se han puesto en contacto contigo?
- Pues - me volví a justificar - resulta que Alejandro, que como siempre, me lía, envió el cuento por e-mail a una editorial y le dijeron que les interesaba lo que escribía. Me mandaron un correo diciéndome que les interesaba, pero que necesitaban algo un poco más largo. Y bueno, es una editorial pequeña, sería en formato digital, nada importante, pero sería algo importante para mí.
Y si me dejas, publicaré parte de lo que escribiste, pero, tranquilo, que no me tienes que contestar hoy, tienes tiempo para pensártelo.
- No sé - otro silencio - pero, mi nombre no saldrá, ¿no?
- No tranquilo, lógicamente cambiaría tu nombre y el del resto de los personajes, ese cuento era algo personal, y no pondría tu nombre. - ¿en serio? ¿era eso lo que le preocupaba? ¿su nombre?.
- Pues, ... - a ver como le cuento lo demás - bien, muy bien, supongo qué como siempre, no he hecho gran cosa durante este tiempo, ya sabes. ¿y tú? se te ve cara de cansado.
- Es que he tenido un día complicado, primer día de curro, ya sabes. He tenido que venir en metro.
- Ah ¿y eso?, ¿no ibas a venir en moto? - fingí interés, cosa que él no había hecho en ningún momento.
- Resulta que creía que me habían robado la moto,ya que no estaba aparcada dónde la dejé cuando me fui de vacaciones. Pero no sé que ha pasado, he llamado, y me han dicho que llamase al depósito para ver si la moto estaba allí. Se ve que tenían que podar la zona, o estaba tirada en el suelo, o yo que sé. Así que está en el depósito y tengo que ir a buscarla, ahora cuándo me vaya, supongo que me cobraran, o yo que sé puede que pusieran los carteles, pero claro, yo estaba de vacaciones y no los vi.
- Ah. - esta vez, el silencio lo produje yo. Me importaba, más bien poco, que su moto estuviese en el depósito, pero, ¿qué clase de persona era?. Tal y cómo estaba yendo esta conversación, realmente sentía que estaba hablando con un completo extraño.
- Tranquila, que ya me acabo esto - dijo mientras señalaba el vaso medio vacío de cerveza.
- No tengo prisa - volví a sonreír. Joder, si me hubiesen dado un euro por cada vez que sonreí aquel día falsamente me hubiese echo millonaria. A ver como le cuento todo lo que me pasa y por dónde empiezo.
- Bueno, yo sí, cada hora son 0,75€ del depósito de la moto. - Sonrió haciendo una mueca.

Me sentí como una puta barata, eso es lo que yo valía, ni siquiera 0,75€ la hora. Se me encogió el estómago, y se me rompió en mil trocitos el poco corazón que me quedaba. Ya no valía la pena nada, el hombre de mi vida me había dicho que mi presencia le importaba un carajo y que mi vida también.
Nos levantamos de la mesa. Recogí los vasos y los llevé a la papelera del Subway, no soy de las que dejan las cosas en las mesas en los fast food. Me acompañó unos metros hasta el Tram. Justo estaba llegando un tranvía, cuando estaba reuniendo todo el valor para contarle todo. Me miró, se acercó a mí, me dio dos besos y me dejó allí tirada. Me abandonó, como se abandona a un perro en los anuncios de "Él nunca lo haría", o como diría el gran Sabina, como se abandonan a los zapatos viejos.
Entré en el maldito vagón y comencé a llorar desconsolada, cogí el teléfono como pude, rebusqué entre las mil porquerías que llevaba en el bolso el móvil de 5,5", que para ser casi una tablet, cuándo más lo necesitas, logra esconderse entre los Kleenex, y el monedero,  Por fin, apareció entre el millón de cosas, siempre útiles, indispensables y los "por si acaso"que se esconden en ese agujero negro llamado "bolso", lo desbloqueé cómo pude y busqué las últimas llamadas:

- Alejandro, por favor, ven a buscarme - logré decir, mientras una abuela me miraba con cara de echarme unas monedillas por yonky con el mono a tope.
- ¡Lo sabía!, ¿dónde estás?, ¿no le has dicho nada verdad? joder, te dije que ...
- Por favor, no me regañes - le interrumpí - ni a una puta se le trata así, soy una mierda.
- No te muevas de donde estás, joder y en tu estado,- como si estuviese embarazada, no te fastidia - dime dónde estás exactamente, y voy para allá.
- No he podido, créeme, no es,... no es, ... es un mierdas - conseguí decir entre sollozos - estoy,... estoy, ... en la siguiente parada del Tram.
- Voy, no te muevas, por favor no hagas nada, siéntate. ¡No seas cabezona!, no te menees que en dos segundos estoy allí. - y la llamada finalizó.

Esperé durante veinte minutos a que el coche azul pitufo apareciese delante de mí, seguía llorando como un niño al que se le cae la bola de su helado favorito, recién comprado y sin oportunidad de darle un lametón. Menudo numerito había montado en un momento; la gente de mi alrededor me miraba como si estuviese loca, y una señora llegó incluso a intentar consolarme diciéndome que para todo hay solución menos para la muerte. ¡Ole señora! Acaba de alegrarme el día.
Me subí al coche como una zombie de las películas antiguas, de las buenas, lentamente y en blanco y negro. Me quería morir, aunque tampoco estaba para elegir, la señora de la guadaña ya había dejado una nota de aviso en mi buzón.
Ale, que era como le llamábamos en nuestro círculo, me miró con cara de pocos amigos, esa cara que ponía en plan mama de "te vas a cagar cuándo llegues a casa".
Alejandro es mi mejor amigo, ese amigo gayer, que toda mujer debe tener en su vida. Ese amigo que desde la infancia prometió amistad eterna y que te lleva de compras cuándo estás mal, aunque sea él el que se compra ropa; ese que nunca te falla en los peores momentos, el que te quiere tal y cómo eres: en lo bueno y en lo bruja que puedes llegar a ser. Sus pintas dejaban mucho que desear, pero desde la adolescencia ha sido siempre igual, esa ropa que tanto marcaba su propio sytle. Odiaba sus camisas hawianas y las de cuadros, esos tobillos enclenques que se dejaban entrever entre el puño recogido de los pantalones y esos zapatos extraños, en cambio, adoraba esas pajaritas con estampados estúpidos que siempre me sacaban una sonrisa.
Y él era al único al que le había contado lo que me sucedía. Me habían llamado hacía tres semanas, tenía cáncer, no se lo había dicho ni a mi familia. Pensaréis que soy gilipollas, pero mi situación era la leche.
Hacia menos de un año que mi tío había muerto de cáncer, y había sido un trago muy duro para todos, mi padre iba al psiquiatra cada semana porque no había podido superar aquello y toda mi familia había evitado hablar de ello, como si ocultándolo no hubiese pasado.
Mi madre había pasado por un cáncer de útero y de mama hacía varios años; y aquello nos destrozó, pero como siempre, de la "cosa mala" no se habla.
Mi tía había pasado también hace años por un cáncer de mama y le habían extirpado un pecho. Y el padre de mi padre (no puedo llamarle abuelo, pero esta es otra historia) murió de cáncer de colon. Vamos que mi familia es el historial de cáncer por antonomasia. Y para historias alegres añadiré que mi mejor amigo murió de cáncer cuando apenas teníamos 20 años.
Así que mi futuro con la "cosa mala" no es que fuese esperanzador.